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Capítulo 6 Zakât (Una Deuda con los Pobres)
Si asistes a cualquier entierro en Nueva York, Sídney o Londres, encontrarás un patrón común en todos ellos. En cierto momento del funeral, el clérigo hablará sobre la persona que ha fallecido. Un entierro musulmán no tiene este rasgo. Cuando un musulmán muere, se leen aleyas del Noble Corán, se lleva a cabo el rezo del entierro y el cuerpo es sepultado, normalmente el mismo día en que la persona ha muerto. Sin embargo, en nuestro funeral imaginario en Londres la muchedumbre se reúne para presentar sus condolencias, y aguardan para oír lo que el clérigo dirá sobre la persona que ellos amaron. Con el ataúd en frente de ellos, el cura hablará de la vida de la persona. Sin embargo, en ningún entierro se le ocurre decir al ministro cuántos pares de zapatos tenía el fallecido. Tampoco dice que esta persona poseía un veloz coche o que tenía un montón de trajes italianos en su armario. Nadie menciona cuanto oro poseyó o que sueldo tenía. En cambio, se habla del tipo de marido o padre que era el fallecido. Puede que diga que era un hombre amable o un amigo confiado y fiel, trabajador y honesto. Al afrontar la muerte, todas aquellas cosas que habían parecido tan importantes en la vida se descoloran en la insignificancia. Nadie lleva consigo sofisticados relojes al morir. Aquellos que habían sido engañados al creer que el hecho de tener mucho dinero los haría importantes en este mundo, se encuentran ahora en el mismo tipo de ataúd de madera que un hombre que no tenía nada. ¡Los cementerios están llenos de gente importante! El tercer pilar del Islam, el Zakât, obliga a los musulmanes a dar una cierta cantidad de la riqueza que excede de sus propias necesidades, a los pobres. La noción misma de zakât rechaza la idea de adquirir más y más a cualquier precio, y nos enseña, en cambio, que todo el éxito y la riqueza en esta vida proceden de Al∙lâh. Todo lo que el musulmán posee le ha sido otorgado por Él, que es el administrador de las cosas buenas de esta vida. El hecho de que un hombre tenga mucho dinero y otro no, no hace que uno sea mejor o peor que el otro. Todos los hombres vienen a este mundo sin nada, y lo abandonan sin nada. El zakât, palabra difícil de traducir del árabe, no significa caridad. A los musulmanes no se les pide dar limosna al pobre, por bondad. Los pobres tienen el mismo derecho a tener cosas buenas en este mundo que cualquier persona, y el zakât obliga a aquellos que tienen riqueza a compartir una parte de ella con aquellos hermanos musulmanes que no tienen ninguna. Así, esta parte en realidad pertenece al pobre. La persona no tiene ningún derecho a quedársela. No es suya y debe darla. El zakât es una deuda que los musulmanes pagan al pobre. Constituye un espejo en el cual vemos que en el Islam no existe ninguna diferencia entre los hombres por lo que poseen. Un espejo en el cual vemos que todos los musulmanes son hermanos. La cantidad precisa que debe pagar la persona de su riqueza excedente en concepto de zakât la podemos hallar explicada detalladamente y es algo complicada, aproximadamente constituye el dos y medio por ciento de lo que excede de las necesidades básicas a fin de año. El significado de zakât es en realidad bastante simple: todos los hombres vienen de Al∙lâh, y a Él volverán; todo lo que ellos tienen proviene de Al∙lâh y deben compartir una parte de aquello que tienen con aquellos que lo necesitan. El Islam es eminentemente simple y eminentemente práctico. Cuando una persona ha adquirido una riqueza que excede a la cantidad que necesita para vivir cómodamente y cuidar de los suyos, debe compartir el excedente de su riqueza con aquellos menos afortunados que él. El Manifiesto Comunista propuso su propia forma de distribución de la riqueza en el mundo: de cada uno según su capacidad, a cada uno según su necesidad. Pero en dicho mundo comunista, en el cual no había ningún lugar para Dios, la avaricia del hombre condujo tal ideal al fracaso. El zakât ha sido llevado a cabo por los musulmanes durante siglos. Sus vidas, creadas por Al∙lâh, giran entorno a Él, por lo que compartir Sus bendiciones es un deber que es recompensado con más bendiciones aún. El mundo ideal que existió en tiempos de Mohammad SAAWS [1] , que los Rezos y la Paz de Al∙lâh sean sobre él, cuando emigró de La Meca a Medina con sus compañeros para establecer el primer estado musulmán, es la cosa más cercana a una Utopía que el mundo haya conocido jamás. El Islam se vivió entonces en su forma más pura. Con la mezquita como centro de dicho estado y el Mensajero de Al∙lâh[2] a la cabeza, Medina era una ciudad de caridad, hermandad y paz. Los hermanos se preocupaban los unos por los otros. Si alguien se hallaba necesitado, se le ayudaba con un fondo común. Tan deseosos estaban los musulmanes de servir a Al∙lâh con el corazón y el alma que cada aspecto de la vida de la ciudad era gobernado por el Islam. No se trataba de una simple teoría, funcionó.Es importante entender que el zakât fue revelado a los musulmanes como tercer pilar del Islam después de esa experiencia vivida en Medina. Los cinco rezos diarios ya habían sido establecidos, y la comunidad musulmana de Medina se reunía cinco veces al día para practicar dichos rezos en común. El zakât constituyó un paso natural que hizo que esta pequeña comunidad permaneciera aún más unida. Los creyentes construyeron su mezquita en el patio de la casa del Profeta Mohammad, que los Rezos y la Paz de Al·lâh sean sobre él. Sus paredes eran simples, elaboradas a partir de tierra y ladrillos horneados. El techo estaba formado por palmeras datileras, y las columnas que lo sostenían eran troncos de palmeras. Arena y guijarros cubrían el suelo. El Profeta de Al∙lâh, que los Rezos y la Paz de Al·lâh sean sobre él, trabajó junto a sus Compañeros en la construcción de la mezquita. Todos ellos cantaban mientras trabajaban. En esta comunidad en la cual fue revelado el zakât, había dos grupos que habían abrazado el Islam: 1) aquellos que habían emigrado desde La Meca con el Profeta; 2) aquellos habitantes de la ciudad que habían abrazado el Islam antes de que los emigrantes llegaran. Los recién llegados fueron acogidos con una calurosa bienvenida en la ciudad. A cada uno se le otorgó una familia anfitriona con la que vivir, y los anfitriones se pusieron totalmente a disposición de sus invitados. Los bienes se compartían con aquellos que no tenían suficiente. Se les abasteció de todo aquello que necesitaban, puesto que la mayor parte de sus pertenencias se habían quedado en La Meca, y los creyentes se hicieron responsables el uno del otro. El zakât constituyó la obligación formal de lo que los creyentes ya habían comenzado a hacer voluntariamente y de corazón antes. Al pagar el zakât, recibieron bendiciones de Al∙lâh por lo que ya habían comenzado a hacer con anterioridad. Además, existía otro grupo en Medina. Se trataba de un grupo de politeístas (adoradores de ídolos) y judíos que no se habían convertido al Islam. Mohammad pronto estableció un convenio con ellos, según el cual el musulmán viviría en paz y armonía con el no musulmán, codo con codo. Aseguraba los derechos de todos y a aquellos que no eran musulmanes se les permitió practicar su propia religión en paz. Como parte del convenio acordado entre musulmanes y no musulmanes, todos los asuntos causantes de disputas serían consultados a Al∙lâh por Su Mensajero. Los no musulmanes no fueron considerados ciudadanos de segunda en aquel estado. Después de asegurar completamente los derechos de las minorías en Medina, Mohammad comenzó a llamar a todos al Islam, pero no se le impuso a nadie. El estado musulmán permitía pues la libertad de religión. ¿De dónde salió la idea de que no es así? Pero, como sabemos, la vida no es perfecta. Muchos musulmanes se preguntan por qué no prevalece esto hoy en día. ¿Dónde se encuentra el estado musulmán ideal?, dirán. Las tentativas modernas de instaurar dicho estado islámico, en el que toda la ley está basada en el Corán y las enseñanzas del Profeta, han tenido un éxito parcial y variable según los casos. En verdad, no se puede obligar a la gente a ser buena o a ser religiosa. Quizás sea ésta la razón por la que el zakât fue impuesto a los musulmanes. Quizás se estableció para que constituyera un modo duradero de proteger al débil y al pobre, sabiendo que sin este pilar reforzador de su fe, los musulmanes serían víctimas de la avaricia que crece en el corazón humano. En el mundo de hoy, en el cual hemos enviado vuelos espaciales tripulados a la luna, y en el que un misil teledirigido puede costar millones de dólares, hay alrededor de mil millones de personas atrapadas en la pobreza absoluta, incapaces de encontrar dinero ni siquiera para sobrevivir. En cualquier gran ciudad de lo que llamamos el mundo civilizado, en cualquier calle, se puede encontrar compradores vestidos de diamantes y pieles, mientras que en la siguiente se encuentran jóvenes sin hogar y mujeres que piden limosna en la calle. Cada día se tira comida a la basura, procedente de tiendas y restaurantes, suficiente para alimentar a un ejército. Hay montañas de alimento en muchos callejones que son devoradas por ratas y perros vagabundos. A propósito, a los musulmanes se les está prohibido desperdiciar el alimento. Ellos son conscientes de que muchas personas en el mundo no tienen nada que comer. El desperdicio del alimento es tan serio para ellos que son conscientes de que serán juzgados por ello el Día del Juicio Final. Ese pedazo de pan que has tirado a la basura porque tenías de sobras para comer, hablará claro y te acusará de derrochador el Día del Juicio. El musulmán devoto se esfuerza en comer toda la comida que tiene en su plato. De hecho, se considera de mala educación decir de algo que te han servido en el plato: "no me gusta". El Profeta Mohammad, que los Rezos y la Paz de Al∙lâh sean sobre él, dijo que si la pobreza fuera una persona, él la mataría. La pobreza es un mal que debe ser limpiado de la faz de la tierra. Y aún así no debe sentirse ninguna vergüenza por ser pobre. La gente pobre, al contrario, a menudo tiene una simplicidad y una generosidad inexistente incluso en el más rico de los palacios. No podemos generalizar, pero hay gente pobre que a menudo muestra una felicidad y una gratitud que deberían hacer que sus hermanos y hermanas más pudientes se avergonzaran. Una realidad triste de esta vida es que si uno lo tiene todo, no está a menudo agradecido por nada, mientras que el que no tiene nada en absoluto, hasta la bondad más pequeña la agradece. La gente pobre tiene una lección que enseñarnos a todos. En primer lugar, ellos nos enseñan que nosotros, si no fuera por la gracia de Dios, también podríamos ser pobres. En segundo lugar, los pobres nos muestran que deberíamos agradecer cada día lo que tenemos, no dando nada por supuesto. Si una persona es pobre porque su vida le ha tratado así, no debe ser considerado con desdén. Esta enfermedad del desprecio al pobre puede encontrarse en todas partes, sobre todo entre aquellos que se hinchan por su propia importancia debido a sus propiedades. Los gobiernos de vez en cuando tienen una pizca de conciencia y proponen esquemas para abordar la pobreza en nuestras calles que saltan a la vista. Se reúnen entre ellos para encontrar modos de solucionar la pobreza en el mundo. Los planes que pretenden anular las deudas económicas de las naciones pobres del mundo, que en realidad han sido engañadas con esa deuda mediante préstamos y venta derrochadora de armas, a menudo caen en punto muerto o en el fracaso. Las naciones acreedoras nunca acaban de decidirse acerca de cuánta deuda pueden permitirse anular. Los musulmanes creen que Al∙lâh les ha dado un modo de ayudar a aquellos que son pobres y débiles. Si se vive correctamente, el Islam acaba redistribuyendo las desigualdades de riqueza. En las elecciones parlamentarias del Reino Unido de los últimos años, un partido político propuso añadir un uno por ciento suplementario en el impuesto sobre la renta, con el fin de utilizar este dinero suplementario en la educación. Baste con decir que los electores no eligieron a este partido para su gobierno. Recientemente, cierto país sugirió imponer una tasa en el precio de todos los billetes de línea aérea de modo que los ingresos suplementarios recaudados pudieran ser usados para ayudar a aliviar las lacras del VIH y del SIDA. Como no se pudo alcanzar ningún acuerdo sobre dicha propuesta, finalmente se dejó como contribución voluntaria. El Noble Corán dice:[La virtud no consiste en volver el rostro hacia Oriente u Occidente; el que tiene virtud es el que cree en Al∙lâh, en el Último Día, en los ángeles, en los Libros y en los profetas, el que da de su riqueza, a pesar del apego que siente por ella, a los parientes, huérfanos, necesitados, hijos del camino, mendigos y para liberar esclavos; el que establece el salat y entrega el zakat.] TSQ [3] (Noble Corán 2: 177)Y continúa diciendo: [ Quienes creen, practican las acciones de bien, establecen el salat y entregan el zakat, tendrán la recompensa que les corresponda junto a su Señor y no tendrán que temer ni se entristecerán.] (Noble Corán 2: 277) De este modo, el zakât no sólo es un modo radical de aliviar el sufrimiento de aquellos que tienen muy poco, sino que también otorga bendiciones a aquellos que lo pagan. En general, en la vida diaria, el número de personas que tiene un excedente de riqueza en el banco para poder pagar el zakât no es enorme. Sin embargo, el zakât se calcula sobre el excedente de riqueza que permanece en el banco durante un año entero, aunque sólo sean unos pocos dólares, por lo que muchas personas pueden contribuir con una pequeña cantidad. El importe que hay que pagar es el dos y medio por ciento de dicho excedente. Existen reglas muy complicadas para establecer la cantidad que hay que pagar por poseer oro y plata, tierras, etcétera. Sin embargo, es suficiente aquí con que los no musulmanes entiendan la idea básica del zakât. Entender que se trata de pagar el dos y medio por ciento del excedente de riqueza que nos queda cada año, supone una noción muy simple. ¡Aquellos lectores que sean contables puede que deseen analizar las cifras más de cerca! Y esa simple noción, traducida en dinero real a nivel mundial podría hacer maravillas en las vidas de millones de las personas. En el mundo musulmán el pago del zakât cambia muchas vidas. El individuo musulmán puede elegir donde va destinado el dinero -siempre que no trate de ser engañoso pagando el dinero a sus amigos o socios de negocio-. El Islam da pautas claras en cuanto a quiénes deben ser los receptores del zakât, como por ejemplo aquellos que son realmente pobres, los que están hundidos en la deuda, etcétera; sin embargo, el donante puede elegir a quién donarlo. Muchos musulmanes pagan su zakât en secreto a alguien que se lo merece. Supone una verdadera alegría para los musulmanes ver a alguien recibir un dinero que no tenía antes. Otros deciden pagar su zakât directamente a la caja de los pobres que hay en la mezquita; luego, la mezquita se encargará de distribuir el dinero de manera justa entre aquellos que lo necesiten. Como no hay ninguna vergüenza en ser pobre, tampoco hay ninguna vergüenza en pedir ayuda económica a los encargados de la mezquita. Cuando ocurre un desastre terrible en algún lugar del mundo, a menudo observamos un torrente generoso de bondad en el espíritu humano. Hombres y mujeres se apresuran a ayudar a aquellos que están necesitados. Una sequía, hambre, un terremoto terrible o un Tsunami pueden incitar en la gente una gran generosidad y bondad. En esos casos, la gente no sólo ofrece su dinero, sino también su tiempo, atendiendo a llamadas telefónicas, o viajando al extranjero para hacer trabajos voluntarios de emergencia. Lamentablemente, es triste el hecho de que los medios de comunicación consideren cada desastre como un acontecimiento de interés periodístico de tiempo limitado. Durante un tiempo breve, la sequía y el hambre son noticia, y aparecen en boletines informativos cada día. Sin embargo, con el tiempo la historia pierde interés, y acaba desapareciendo de los titulares. La gente, no deja de pasar hambre en África sólo por el hecho de dejar de salir en nuestras pantallas de televisión. Los hombres y las mujeres son extraordinariamente generosos cuando se les llama a serlo, pero cuando la historia se esfuma, la vida también sigue su curso. El musulmán no está obligado a restringir lo que paga al pobre a esa cantidad que entrega a modo de zakât. El Islam no pone ningún límite a su generosidad. Esto anima a los musulmanes a ser amables y generosos. Ellos serán recompensados en el paraíso en la medida que sus buenas acciones hayan superado a las malas. Pero los musulmanes son hombres y mujeres, no ángeles, y algunas veces también necesitan que se les recuerde a la gente pobre de su medio. El zakât es simplemente ese recordatorio. Alfred Nobel es mayormente conocido hoy por los premios anuales que estableció para que se otorgasen a aquellas personas que consiguieran grandes logros en el mundo. Todos hemos oído hablar del Premio Nobel de la Paz. Sin embargo, antes tuvo que ocurrir un acontecimiento extraordinario que impulsara su espíritu generoso. Alfred Nobel introdujo la dinamita en Occidente. Era un millonario que se había construido a sí mismo y la verdad es que no era el más generoso de los hombres. Resulta que los periódicos se enteraron falsamente de que él había muerto y publicaron la necrología sobre su muerte. Mientras tomaba su desayuno, Nobel quedó estupefacto al leer su propia necrología en el periódico. Sin embargo, no le chocó tanto el hecho de leer que había muerto, como lo que la necrología decía sobre su vida. El titular decía: “ALFRED NOBEL, COMERCIANTE DE LA MUERTE, MUERE”. Iba a ser recordado por la dinamita que había inventado y todo el sufrimiento que ésta había traído a la humanidad, y no por ninguna otra cosa que había hecho hasta el momento. Esto le molestó y trastornó tanto que juró que a partir de aquel momento usaría su enorme riqueza al servicio de la humanidad. Estableció un fondo destinado a otorgar premios prestigiosos anuales a los hombres y mujeres que más habían contribuido al avance del conocimiento de la humanidad en los campos de la literatura, las matemáticas y la ciencia. Su premio más codiciado, sería otorgado a los pacificadores, a aquellas personas que habían ayudado a resolver conflictos y a unir a la gente. Encarados frente a la muerte, a casi nadie le impresiona su propia riqueza. Ésta no puede hacer nada para salvarnos. La importancia que nos aportó en la vida no puede parar nuestro viaje a la tumba. Cuando llega nuestra hora, ninguna cantidad de dinero puede pararla. El mundo nos impulsa a dedicar nuestras vidas a la búsqueda de riqueza y poder. Los musulmanes creen que el Islam propone algo más. La vida entera y sus ventajas provienen de Al∙lâh. Nuestras vidas, según creen, deberían ser dedicadas a Él. El zakât, tercer pilar del Islam revelado por Al∙lâh, es una señal dada a hombres y mujeres de que hay otro camino. Teniendo en cuenta la naturaleza humana, el zakât es una obligación formal que ayuda a los musulmanes a preocuparse por sus hermanos. Les enseña a preocuparse por ellos y les provee de un significado para hacerlo: sólo por amor a Al∙lâh, los hombres y las mujeres dan un poco de su riqueza a aquellos que son pobres. Los pobres reciben esto por la gracia de Al∙lâh. Los ricos son bendecidos por lo que dan. Se ha dado la vuelta así al orden natural del mundo. Al enseñarnos a no tener envidia de lo que tienen los demás, el Islam, religión de paz, establece la paz entre los diferentes miembros de la sociedad repartiendo la riqueza entre ellos. Todos son guiados a suplicar y dar gracias a Al∙lâh por su bondad. [1] (SAAWS): Sal·la Al·lâhu ‘Alayhi Wa Sal·lam: Los Rezos y la Paz de Al∙lâh sean sobre él, que es explicada por los ulemas como sigue: Sal·la Al·lâhu Alayhi: significa que le cubra con Su Gloria y Su Misericordia…El motivo de traducirlo literalmente es porque estas palabras son repetidas por los musulmanes de todo el mundo, siguiendo el precepto divino de decir esta expresión siempre que se mencione al Profeta, en la llamada a la oración (Al Âdân) o en cualquier circunstancia, como veneración concedida por Al·lâh a Su último Mensajero, Mohammad, que ha sido enviado a toda la humanidad. Wa sal·lam: significa: y derrame Su Paz sobre él. [2] Al∙lâh: significa Dios. Es el Nombre Más Grande que ostenta el Único Creador que posee todos los atributos propios de la divinidad, tal como fue revelado en el Qor´ân. [3] TSQ : Traducción de los Significados de Al Qor'ân. Es imposible transmitir exactamente los verdaderos significados que contienen las palabras de Al Qor'ân o imitar su elocuente retórica. Se han traducido los significados de Al Qor'ân y no se puede decir que sea una traducción de Al Qor'ân. Esta traducción nunca podrá reemplazar la lectura de Al Qor'ân en lengua árabe -la lengua en que fue revelado.
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