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El hiÿâb, ¿por qué?

 

Quien elige esta religión, debe aceptar sus leyes, aunque éstas limiten su libertad diciéndole: "haz" o "no hagas". La limitación de la libertad en este caso es por el bien de la persona y no algo que le perjudique. Esas leyes provienen de Al·lâh[1], Glorificado y Ensalzado sea Su nombre, y Él sabe más sobre nosotros que nosotros mismos. Aunque esas leyes limiten nuestra libertad, nos traen el bien, y alejan el mal de nosotros. No existe ninguna práctica de adoración (dîn) que no esté estructurada por un método… a no ser que la persona intente satisfacer la necesidad natural de seguir una religión pero haciendo al mismo tiempo lo que le apetece y, de este modo, adora a las estatuas o al sol o a cualquier otra cosa que no le limite imponiéndole un método de vida y, así, se libera de los mandatos de Al·lâh y hace lo que le viene en gana. Pero, en ese caso la persona es incrédula –pedimos a Al·lâh que nos proteja de serlo- porque rechaza un método divino que limita su libertad.

A la mujer que se queja del hiÿâb (vestimenta islámica) acusándolo de privar su libertad al cubrir sus encantos, por decreto de Al·lâh, no debería molestarle que otras gocen de esa misma libertad. Si se permite a sí misma salir a la calle con adornos o descubriendo sus encantos, pudiendo de esa manera seducir a alguien o ponerlo a prueba, entonces no debería oponerse a que otra mujer haga lo mismo –es decir, que también ella muestre sus encantos y sus adornos- pudiendo así seducir a su propio marido o a su hijo.

De lo que se trata es de proteger a toda la sociedad del desorden (fitna) y de preservar la estabilidad y la seguridad para la mujer. El hiÿâb tiene la función de evitar que cuando salga un marido de su casa, su mujer se quede preocupada pensando a ver si se sentirá atraído por alguna otra y se casará con ella, o volverá a casa. Al·lâh, Glorificado y Enaltecido sea Su nombre, puso normas y reglas para impedir la tentación tanto de la mujer como del hombre a fin de proteger a la familia y asegurar su estabilidad. Por ello, prohibió todo lo que puede hacer caer en la tentación a un hombre por parte de una mujer extraña a él –es decir, que no sea su esposa, su madre, su hija, su hermana…-. Por eso, prohibió a la mujer mostrar sus encantos o sus adornos salvo a hombres no extraños a ella (mahârim: esposo, padre, hijo, hermano…) en Su dicho: "Y di a las creyentes que bajen la mirada y guarden sus partes privadas, y que no muestren sus atractivos a excepción de los que sean externos; y que se dejen caer el tocado sobre el escote y no muestren sus atractivos excepto a sus maridos, padres, padres de sus maridos, hijos, hijos de sus maridos, hermanos, hijos de sus hermanos, hijos de sus hermanas, sus mujeres, los esclavos que posean, los hombres subordinados carentes de instinto sexual o los niños a los que aún no se les haya desvelado la desnudez de la mujer. Y que al andar no pisen golpeando los pies para que no se reconozcan adornos que lleven escondidos. Y volveos a Allah todos, oh creyentes, para que podáis tener éxito" (Sura An·Nûr / La Luz, 31). TSQ[2],

Los citados en la aleya son los mahârim (los hombres con los que la mujer no puede contraer matrimonio) de la mujer, ante los que la mujer no desea mostrar sus encantos, o si lo hace no provoca en ellos ningún deseo, porque no han llegado todavía a la edad de sentir deseo o bien porque han superado esa edad. Sin embargo Al·lâh, Glorificado y Enaltecido sea Su nombre, prohíbe a las mujeres que caminen golpeando los pies para no dejar entrever sus encantos ocultos por la vestimenta, al vibrar el cuerpo.

Todo lo citado anteriormente ha sido entendido por algunas personas como una limitación de la libertad de la mujer, sin embargo es una protección para ella. Si Al·lâh (SWT) [3] no hubiera obligado a la mujer a llevar el hiÿâb, ésta hubiera tenido que pedirlo, ya que es una protección para ella y para su vida. La vitalidad corporal y encanto de la mujer es algo temporal, no dura siempre, oscila en un periodo de 15 años, después empieza a perderse.

Supongamos que la mujer empieza a perder esa vitalidad corporal mientras que su esposo todavía goza de su vitalidad y potencia. Si ese esposo sale a la calle y encuentra a una joven en su plena vitalidad y mostrando sus encantos… ¿qué puede pasar? O bien cae en la seducción de esta chica y se casa con ella, abandonando a su mujer, o bien al volver a casa se da cuenta de la gran diferencia que existe entre su esposa y aquella chica, y no siente ningún tipo de deseo hacia su mujer y se empieza a separar de ella poco a poco.

Sin embargo, si las mujeres tapan sus encantos y no dejan que los hombres los vean, cada una de ellas se asegura de no perder a su marido y de que no cambien sus sentimientos hacia ella. Asimismo, conservaría el amor de su marido y su interés por ella. ¿Por qué? Porque la belleza es un proceso, y ese proceso que experimentan las criaturas, los animales, las plantas y el ser humano no se aprecia por aquella persona que está siempre cerca. Por eso, un hombre que tiene un hijo y lo ve cada día no se da cuenta de que va cambiando y creciendo, pero si se ausenta un mes, por ejemplo, nota enseguida el desarrollo y el cambio que ha tenido lugar.

Del mismo modo, el agricultor que mira continuamente su sembrado no se da cuenta del desarrollo que va sucediendo de la misma manera que si se ausenta cierto tiempo.

Lo mismo ocurre entre el marido y su esposa, cuando se casa con ella la ve con su mejor aspecto, y como está a su lado cada día, no aprecia ningún cambio. Pierde su hermosura poco a poco sin que él se dé cuenta, incluso para él sigue siendo la misma mujer del día de la boda. Por esa razón, cuando ve a una más joven y más guapa, empieza a hacer comparaciones y a constatar la diferencia.

Nosotros cuando vemos la cara de nuestras madres llenas de arrugas no somos conscientes de ese cambio, al contrario, encontramos en sus rostros una belleza muy particular y disfrutamos mirándolas.

Al·lâh (SWT) ha prohibido a la mujer que atraiga las miradas hacia ella y ha decretado que tape sus encantos y, del mismo modo, lo ha decretado para otras más jóvenes y guapas que ella, para que no atraigan la mirada de su marido y la rechace a ella.

Lo extraño es que la mujer no entiende esa sabiduría, el hecho de que el hiÿâb es una protección para ella misma, para su marido y para su casa. Por el contrario, ella piensa que es una privación de libertad.

En el campo de la legislación, el castigo -en todos los casos- no se aplica por el hecho de que la persona se sienta incitado a hacer algo. Cuando ves una flor bonita, puedes mirarla tanto como quieras y puedes disfrutar de su perfume, y no estás cometiendo una falta ni se te va a juzgar por ello… hasta que intentas arrancarla: en ese caso, habrías sobrepasado el límite. Del mismo modo, cuando ves un buen caballo, puedes mirarlo tanto como quieras sin cometer por ello falta, salvo si intentas montarlo sin el permiso de su dueño. Y así sucede con todo lo bello que hallas en esta vida. "Y los caballos, mulos y asnos para que montéis en ellos y para que sean un adorno. Y crea lo que no conocéis" (Sura An·Nahl / Las Abejas, 8). Son un adorno… ¿para quién? ¿Solamente para sus propietarios? La aleya dice que son un adorno en general, para todo aquel que quiera mirarlos y disfrutar de su belleza. Puedes mirar todo lo bello que hay en el mundo tantas veces como quieras… ¡excepto la mujer! Está prohibido mirarla, está prohibida la mirada en ambas direcciones: tanto del hombre a la mujer, como de la mujer hacia el hombre. Mirar a la mujer y contemplar su belleza –a excepción de su propio marido- está prohibido. Del mismo modo, está prohibido que la mujer mire al hombre y se deleite contemplando su hombría.

Por eso, Al·lâh (SWT) Dice en el Noble Corán: "Di a los creyentes que bajen la mirada y guarden sus partes privadas, eso es más puro para ellos. Es cierto que Allah sabe perfectamente lo que hacen. » (Sura An·Nûr / La Luz, 30). También Dice: "Y di a las creyentes que bajen la mirada" (Sura de La Luz, 31).


[1] Al∙lâh= significa Dios. Es el Nombre Más Grande que ostenta el Único Creador que posee todos los atributos propios de la divinidad, tal como fue revelado en el Qor´ân.

[2] TSQ = Traducción de los Significados de Al Cor'ân. Es imposible transmitir exactamente los verdaderos significados que contienen las palabras de Al Qor'ân o imitar su elocuente retórica. Se han traducido los significados de Al Cor'ân y no se puede decir que sea una traducción de Al Cor'ân. Esta traducción nunca podrá reemplazar la lectura de Al Cor'ân en lengua árabe -la lengua en que fue revelado

[3] (SWT): Subhânahu Wa Ta’âlâ: Glorificado y Enaltecido sea Al∙lâh

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