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Capítulo 2:

Al∙lâh

 

Situarse en el patio abierto de la mezquita del Sultán Hassan en El Cairo, con sus sumamente gruesos muros elevándose hacia el cielo, hace que uno se sienta muy pequeño a su lado. La vida es muy frágil comparada con tal grandeza. Considerada por muchos egipcios como la cuarta pirámide, debido a su tamaño escarpado y su grandeza, la mezquita del Sultán Hassan es una declaración de esa creencia central del Islam: “Al·lâhu Akbar” (Dios es Más Grande).

Contemplar la mezquita abarrotada de fieles que han acudido a rezar la oración del viernes, ver como se postran en adoración ante su Creador sobrecoge a cualquiera. Fila tras fila de adoradores descalzos postrados en el suelo ante el Todopoderoso, pone los asuntos ordinarios del trabajo y de la vida cotidiana en el lugar que le corresponde: "Sólo a Ti te adoramos, sólo en Ti buscamos ayuda", proclama el imam. El creyente responde con humildad y silenciosa sumisión a Dios, "Al∙lâh".[1]

La palabra Islam significa literalmente "sumisión". Un musulmán es aquel que se somete totalmente a Al∙lâh, reconociendo que toda la vida proviene de Él, y que al final de la vida en la tierra todos deben rendirse a Su juicio final, respondiendo personalmente por todas sus acciones. El concepto en sí mismo resulta extraño a todos aquellos que pretenden ser importantes en este mundo. Un musulmán declara su fe diciendo que no hay más dios que Al∙lâh, y que Mohammad SAAWS [2]es el mensajero de Al∙lâh.

Debemos entender algo muy importante desde el principio. Esto nos ayudará a comprender que los musulmanes creen en un único Dios, que no tiene compañero ni igual.

Imagina que tienes una fuerte riña con tu madre, durante la cual le dices cosas terribles y que acaban trastornándole muchísimo. En un momento determinado, tú coges su florero favorito, que es un regalo de boda de tu padre, y lo estampas contra el suelo. Te ha dado un arrebato de furia. Sin embargo, como quieres muchísimo a tu madre, te vuelves hacia ella y te fundes en un abrazo, la besas y le repites continuamente lo mucho que lo lamentas. Ella, derramando lágrimas de madre, te perdona por todo lo que has dicho y hecho. La pelea cae en el olvido. Sin ningún tipo de resentimiento ni rencores persistentes. Aún así, el florero todavía está roto y ninguna cantidad de perdón podría repararlo. De hecho, no hay nada que puedas hacer para reparar aquel florero roto.

Este ejemplo puede ilustrarnos la diferencia principal entre el Islam y las otras dos principales religiones monoteístas de alcance mundial: el Cristianismo y Judaísmo. En la historia de Adán y Eva que recoge la Biblia, Adán peca y es expulsado para siempre del Jardín del Edén debido a su pecado. Para cristianos y judíos, ese es el final de la historia de Adán y Eva. La Humanidad hereda el pecado de Adán, porque él nos lo pasa, ya que no hay nada que Adán pueda hacer para redimirse. Él ha ofendido a Dios y, por muy arrepentido que esté por lo que ha hecho, no hay absolutamente nada que pueda hacer él para reparar el daño. El florero permanece roto. Se necesitaría un súper humano para reparar el florero.

En esta misma historia en el Corán, Adán y Eva son expulsados del Paraíso debido a su pecado. Pero, según el Islam, no queda ahí el final de la historia. Después de vagar por los alrededores, llenos de culpa, se vuelven a Dios y obtienen su perdón. El mismísimo fabricante del florero repara el florero y el pecado es olvidado.

Aprendemos algo muy importante sobre Al∙lâh a raíz de este incidente. Él es indulgente. Adán aparece ante Él en la llanura de 'Arafât, cerca de La Meca, y en una colina que se conoce como el Monte de la Misericordia, Adán es perdonado. Éste no es el Dios cruel del Islam tan a menudo retratado por no musulmanes, sino más bien un Dios que perdona, un Dios de Misericordia y Compasión. A propósito, el relato del Corán no presenta a Eva como incitadora al pecado. Adán y Eva pecan juntos. La mujer no queda abandonada a arrastrar su culpa a través de los siglos.

A causa de los dos finales diferentes de la historia de Adán y Eva, existen consecuencias diferentes. Los cristianos y los judíos creen que debido al pecado de Adán el mundo necesita a un Mesías – para salvarlos del pecado y redimirlos. Los cristianos creen que este Mesías (que significa ‘El Untado’ en hebreo) era Jesús. Ellos creen que como Jesús es el hijo de Dios, su sacrificio en la cruz compensó el pecado de Adán y "reparó el florero". El Corán no podía ser más específico: Jesús no murió en la cruz. Los judíos todavía esperan que un Mesías se aparezca en el Monte del Templo en Jerusalén para salvarlos de sus enemigos.

Los musulmanes, por su parte, no sienten ninguna necesidad de un salvador. ¿De qué los habría de salvar? De hecho, en el Islam no hay ningún sacerdote o mediador, ningún intermediario entre Dios y el Hombre. No hay ningún cántico ni ensalmo, ningún conocimiento secreto, ningún Papa o congregación. El individuo musulmán reza directamente a Al∙lâh, y es sólo ante Al∙lâh ante quien tendrá que responder un día. Su conocimiento del Islam viene del Corán, y de la vida y del ejemplo de aquel a quien fue revelado. La grandeza de Al∙lâh está escrita en el cielo y en la tierra. Para el musulmán, el Hombre sólo tiene que observar para encontrar las huellas de Al∙lâh en todos los lugares de Su creación.

Los musulmanes creen que el Islam es la religión innata de la Humanidad y que esta religión ha existido desde el principio de los tiempos. En el siguiente capítulo veremos el papel que Mohammad desempeñó en la revelación de Dios a la Humanidad y cómo Mohammad -que los Rezos y la Paz de Al·lâh sean sobre él- fue el último de los profetas. Todos los profetas venerados por cristianos y judíos, incluidos Moisés y Jesús, revelaron algo sobre éste Dios Único, y por eso ellos son honrados en el Islam. Cuando alguien abraza el Islam, debe declarar que cree que Jesús y Moisés son profetas. Todos los profetas exhortaron a la Humanidad a no adorar a ídolos o cosas que no fueran Dios, y a adorar sólo a Al∙lâh. Sólo cuando tuvo lugar la revelación final de Dios a la humanidad en el Noble Corán se perfeccionó esta religión.

Los musulmanes creen que Adán, el primer hombre, fue también el primer musulmán. Adán fue el primero en adorar a Dios. Nada podría ser más importante para los musulmanes que la idea de que hay un único Dios, que no tiene ningún compañero ni igual. Creen que incluso antes de la creación de Adán, Al∙lâh reunió ante Sí en la llanura de 'Arafât a todas las almas de todas las personas que existirían alguna vez sobre la faz de la tierra. Mientras permanecían ante Él, Al∙lâh les reveló que no había ningún Dios más que Él. ¡Jamás nadie ha tenido la excusa de decir que ellos nunca oyeron hablar de este Dios Único, ya que Él mismo se lo reveló hace muchísimo tiempo! En esta misma llanura de 'Arafât, el Día de Juicio, todas las almas tendrán que responder a Al∙lâh por sus acciones.

El Noble Corán nos explica como muchos profetas y mensajeros de Dios sufrieron la persecución por intentar apartar a la humanidad de la idolatría y guiarla hacia la adoración exclusiva de Al∙lâh. Y en nuestra era moderna, el Islam nos llama a rechazar los ídolos y a adorar exclusivamente a Al·lâh.

No deberíamos ensalzar a nuestros propios “pequeños dioses”, como pueden ser el trabajo o el fútbol, adorándolos como algo sagrado, sino más bien centrarnos en contemplar a Al∙lâh. Desde el principio de los tiempos, el Islam ha rechazado la idolatría.

¿Entonces, cómo es éste Dios Único? Según el Islam, Al∙lâh es tan grande, tan poderoso y tan diferente de Su creación que nuestras mentes humanas sólo pueden pensar en imágenes para describirlo. ¡Siempre que pensemos que sabemos cómo es Al∙lâh, siempre que pensemos que comenzamos a entenderlo, podemos estar seguros de que Él no es así! Las palabras y las imágenes fracasan al tratar de describir lo indescriptible. ¿Cómo podrían unas meras criaturas, que viven en esta tierra durante una extensión tan limitada de tiempo, comenzar a entender lo que es su Creador? “Al·lâhu Akbar: Dios es Más Grande.” Este gran Dios creó el cielo y la tierra, el sol y la luna y todas las estrellas. Él creó todas las cosas que viven, todas las cosas que han vivido alguna vez y todas las cosas que existirán en el futuro.

Él es conocedor de todas las cosas, tanto de lo que pasa ahora como de lo que ha de venir. Él conoce los más intrínsecos secretos de los corazones de los hombres. La única respuesta del hombre ante tal grandeza es arrodillarse y adorarle.

[Él es Al∙lâh, el Creador, el Originador, el Modelador. Suyos son los nombres más hermosos. A Él Lo glorifica cuanto hay en los cielos y en la tierra. Y Él es el Irresistible, el Sabio.] (Noble Corán 59: 24) TSQ[3]

Y aún así, según la creencia musulmana, incluso aunque Al∙lâh esté tan lejos de nosotros en cuanto a poder, majestad y conocimiento, y sea tan diferente a Su creación, sin embargo Él está al mismo tiempo muy cerca de cada persona y le importamos cada uno de nosotros. Al∙lâh escucha las súplicas del creyente y, si Él lo desea, responderá a estas súplicas. Él dirige a los creyentes en cada movimiento y momento de sus vidas. Al final de la vida de cada persona, el creyente será juzgado por Al∙lâh y, o bien será castigado para siempre debido a sus malas acciones, o recompensado con el Paraíso eternamente si ha obrado bien. “Al·lâhu Akbar: Dios es Más Grande.” El musulmán vive su vida tratando de complacer a Al∙lâh y esperando que sus súplicas sean oídas. La vida misma es una prueba en la cual el hombre puede ganarse el premio del Paraíso y sus Jardines de deleite. Al∙lâh, para el musulmán, es el infinito vigilante de Su Creación.

Pero, preguntémonos otra vez, ¿es este Dios de los musulmanes un Dios áspero y cruel ante el cual hemos de postrarnos y adorar? De la misma manera, podemos preguntarnos: ¿un padre normal y corriente es áspero y cruel con su hijo? La respuesta probablemente sea: "no", sin embargo, el padre medio a veces tiene que ser realmente severo con su hijo, incluso castigarlo o reprenderlo. Esto no significa que ese padre no quiera a su hijo. De hecho, tener que actuar de un modo severo o áspero con su hijo para enseñarle a comportarse más correctamente rompe el corazón de muchos padres. Esta es una analogía muy pobre, ya que Al∙lâh es mucho mayor de lo que podamos imaginar, pero nos da un impulso hacia la verdad. Los caminos de Al∙lâh, según los musulmanes, son insondables e incognoscibles, pero Su proceder con la Humanidad, según apreciamos en el Noble Corán y a través de la historia, nos muestra lo misericordioso y compasivo que Él es.

Hay una expresión en árabe que aparece en casi cada frase que el musulmán pronuncia, y la utiliza en cada situación de la vida: "In shâ´ Al·lâh". Se puede traducir por: “Si Al∙lâh quiere que sea así”. Escucharás a un musulmán, mientras está planeando lo que va a hacer ese día, decir: In shâ´Al·lâh… “Iré a las tiendas, in shâ´ Al·lâh,” o, “te veré mañana, in shâ´ Al·lâh”. Podrían preguntar si este autobús va a la ciudad, in shâ´ Al·lâh, o describir los ingredientes necesarios para hacer un pastel diciendo in shâ´ Al·lâh. Nadie asume conocer el futuro, ni siquiera los cinco minutos siguientes. Esto significaría que pretendemos quitarle poder a Al∙lâh, y Al∙lâh no tiene igual. Cada detalle de la vida, ya sea algo trascendental o aparentemente insignificante, forma parte del plan de Al∙lâh. Nada puede ocurrir sin que Al∙lâh permita que ocurra. Su sabiduría y Su cuidado cercan todas las cosas. No hay nada que Él no vea o sepa.

Algunos no musulmanes, que no entienden cuán profundamente arraigada está en el Islam la noción de que Dios es Grande y Omnisciente, pueden encontrar esta idea de "in shâ´ Al·lâh" algo extraña. Algunos incluso pueden encontrar absurda la idea de que acontecimientos fijos, como la salida del sol al día siguiente, deban ser descritos con "in shâ´ Al·lâh". Se ha oído a otros repetir esta expresión como si significara: "tenemos la esperanza", o incluso la dicen sin pretender darle ningún tipo de significado. Sin embargo, para el musulmán devoto, todos los aspectos de la vida están en manos de Al∙lâh.

En efecto, Al∙lâh es Omnisciente, es Aquél de quien emana toda la vida, y a Quien toda la vida volverá; Para cualquier musulmán es un hecho irrefutable el que Al∙lâh lleva el control de todo. La noche sólo seguirá al día si esa es la voluntad de Al∙lâh. El sol saldrá mañana si la voluntad de Al∙lâh es que así sea. Muchos encontrarían tranquilizador que en un mundo sitiado por la duda, todos los acontecimientos, lejos de ser coincidencias o desórdenes, son en efecto parte de un enorme plan. Todas nuestras vidas son vividas según el plan de Dios. Nada puede pasarnos que no sea parte del plan de Al∙lâh con respecto al mundo y no podemos hacer nada para evitar lo que ya ha sido planeado por Él. Incluso el modo y el momento de nuestra muerte han sido determinados ya. Se nos pide cooperar en la ejecución de ese plan divino y así hallaremos nuestra felicidad.

Al preguntar a un musulmán: "¿Cómo estás?", contestará: "Alhamdu lil·lâh" (gracias a Dios), ya se encuentre bien o mal. En cualquier situación dará gracias a Al∙lâh. Otra expresión, igualmente importante para el musulmán, es “Bismil·lâh Ar-Rahmân Ar-Rahîm”. Hallada en el Noble Corán, ésta se traduce como: “En Nombre de Al∙lâh, el Más Misericordioso, el Muy Misericordioso”. Ninguna acción debería llevarse a cabo sin hacer esta invocación. Ningún musulmán debería entrar en una habitación, subir a un autobús, comenzar su trabajo, o tomar un sorbo de agua sin decir antes: "En nombre de Al∙lâh". Todo se hace en nombre de Al·lâh. En cierto modo, todas las cosas se hacen venerables y se llevan a cabo con éxito al pedir a Al∙lâh que las bendiga. La expresión también pone de manifiesto cómo piensan los musulmanes que es Al∙lâh. No es descrito como un Dios cruel o vengativo, misericordioso y compasivo. ¡Qué descripción tan encantadora! El Creador de los cielos y la tierra es descrito de hecho como Uno que es clemente y compasivo.

¡Qué diferente es esto de las descripciones del Islam que se hacen diariamente en las pantallas de televisión o se pueden leer en los periódicos de Londres o Nueva York! En estos medios se presenta al Islam como cruel, como la religión de los extremistas o de los terroristas. Este Islam de la televisión hace referencia a los enfrentamientos y la violencia, y a las armas de destrucción masiva. Sus supuestos adeptos son rígidos en sus creencias e implacables en el castigo de aquellos que los ofenden. Las figuras barbudas de ropa extraña a quién vemos en nuestras pantallas de televisión, a menudo llevando armas, son espantosas para la sensibilidad Occidental, evocando imágenes de ataques suicidas y de guerrilla.

Aún así, cualquier musulmán te diría que el Islam es la religión de la paz y la tolerancia. Las palabras que ellos usarían para describirlo serían suaves, pacíficas y hermosas, les escandalizaría y les dolería y no podrían comprender que alguien pensara lo contrario. Al∙lâh es Misericordioso y Compasivo, como ellos dicen. ¿Cómo podría ser cruel Su religión?

El Islam nos enseña que desde el principio de los tiempos, Al∙lâh se ha revelado a la Humanidad, otorgándoles Sus bendiciones y Su misericordia. Él se ha mostrado a menudo indulgente y lleno de compasión. La voluntad de Al∙lâh según dice el Islam, es que todo encuentre paz y seguridad en Él.

Pero el Islam plantea un desafío. Es un hecho normal de la condición humana que el hombre ansíe la felicidad. En cualquier comunidad, en cualquier familia, en cualquier calle, vemos a gente que quiere encontrar la plenitud de su vida. Hombres y mujeres buscan al compañero perfecto con el que pasar el resto de sus vidas, y así formar una familia y ver a sus hijos crecer y tener éxito. Otros buscan la satisfacción de su trabajo, esperando que la satisfacción del trabajo se vea acompañada por una recompensa financiera que les ayude a tener una vida cómoda. También hay otros que procuran encontrar la felicidad en el deporte, en la música o viajando. Y otros tratan de colmar su deseo de felicidad mediante métodos menos sanos: drogas, sexo, delincuencia… Sin embargo, todavía queda un deseo en el corazón humano que ninguna cantidad de posesiones materiales o cariño relacional puede saciar.

¿Cuántos de nosotros, habiendo por fin conseguido ahorrar lo suficiente para comprar ese anhelado coche nuevo, enseguida nos cansamos y queremos otro mejor? ¿Cuántos, habiendo ahorrado durante tantos años para pagar un apartamento o una casa, buscan pronto un apartamento más iluminado o una casa más grande? La ropa que tenemos en nuestro armario, nunca parece ser suficiente. Las vacaciones que tomamos nunca son bastantes, ni duran el tiempo suficiente, ni son lo bastante exóticas como para proporcionar el descanso necesario a nuestros cuerpos.

¿Por qué será que la televisión siempre está encendida, aun cuando tenemos invitados? Una de las primeras cosas que hacemos cuando nos levantamos de la cama por la mañana es conectar la radio. Todo esto como si el silencio nos recordara nuestra soledad, nuestro deseo. Necesitamos el ruido para obstaculizar el pensamiento. Nuestros corazones agitados, que claman por la paz, cierran la puerta a la serenidad mediante el ruido.

El Islam habla directo a nuestro corazón a propósito de esa necesidad y dice que hay una respuesta. Lo que la gente realmente busca, aunque ellos no se den cuenta, es a Dios mismo. El Islam permite al hombre escuchar a Dios y responderle.

Permitámonos el uso de una analogía con la Antigua Roma. Los romanos eran grandes constructores y dueños de un gran Imperio. Una red intrincada de caminos hizo posible la comunicación en todas las partes del Imperio. En el centro de la red viaria se encontraba la ciudad de Roma. Hemos tomado este hecho y lo hemos introducido en nuestro lenguaje: “Todos los caminos conducen a Roma.” Y en efecto, así fue. Era posible viajar directamente a Roma desde puntos remotos, alejados del Imperio, a través de caminos directos y bien pavimentados. El Islam le transmite al mundo de hoy que ahora todos los caminos no conducen a Roma. La grandeza de Roma desapareció hace mucho tiempo. En cambio, nos ayuda a ver que todos los caminos conducen a Dios. Es posible, en todas las circunstancias de la vida, encontrar caminos que nos guíen a Al∙lâh. Respondiendo a Su llamada y escuchando Sus dictados, podemos encontrar nuestra salida del ruido y del caos con los que la vida moderna nos pone a prueba, y podemos encontrar la paz y la calma que el Islam ofrece, calmando nuestros corazones y refrescando nuestros cuerpos.

Para los musulmanes, la simple expresión en lengua árabe Lâ Ilâha Il·la Al·lâh (no hay más dios que Al∙lâh) es la llave que abre súbitamente la puerta del sentido de la vida. Todos los caminos conducen a Dios, ese Dios que no tiene par ni igual. Los musulmanes creen que Al∙lâh se ha revelado a la Humanidad en el Corán, y ha mostrado a los hombres y las mujeres cómo conocerLe, amarLe y servirLe con esperanza en este mundo, y otorga la esperanza de conseguir la felicidad eterna en el mundo venidero.

El problema es que nuestros corazones humanos son muy obstinados, rebeldes y oponen resistencia. Nos rebelamos contra la gente que nos dice qué hacer o cómo comportarnos. Nos resistimos a que alguien interfiera en nuestra intimidad. El Islam nos invita a someternos, dejando nuestra propia lógica de lado, nuestro propio interés, nuestros propios proyectos y esquemas, para hacer las cosas como deben ser hechas. A cambio, somos invitados a postrarnos en sumisión a algo infinitamente mayor que nosotros, a alguien Que dirigirá a lo largo del camino recto cada paso que demos. Puede parecernos extraño, al principio, no llevar el control, sin embargo nos da mucha seguridad el saber que El que nos dirige lleva totalmente el control de todas las cosas.

Las cinco creencias básicas del Islam, sobre las que se basa la religión entera, son denominadas los cinco pilares. Es como si estos pilares sostuvieran la fe de los musulmanes, así como los pilares evitan que un edificio se derrumbe. Los pilares, a su vez, ayudan a los musulmanes a ser fieles a lo que ellos creen.

El primero de estos pilares lo hemos comenzado a estudiar en este primer capítulo. Se conoce con la denominación árabe de Shahâda, o atestiguar que no hay más dios que Al∙lâh, y que Mohammad es el mensajero de Al∙lâh. Esta Shahâda es tan importante que se proclama sobre la cumbre de cada minarete del mundo durante las cinco veces diarias en las que se llama al creyente a la oración. Es lo primero que el musulmán susurra en el oído de su bebé recién nacido. Esta es la única fórmula que tiene que pronunciar una persona para hacerse musulmán. Es lo que todos los musulmanes desean pronunciar antes de morir.

En este primer capítulo hemos tratado de hablar de Al∙lâh. En el siguiente hablaremos de Mohammad, y en los capítulos posteriores hablaremos de los otros cuatro pilares del Islam.

El segundo pilar viene naturalmente a raíz del primero: el rezo (As-salât). Los musulmanes deben rezar cinco veces al día. El rezo es la respuesta del hombre a su creencia en éste Único Dios. El tercer pilar del Islam es llamado Zakât: consiste en dar una determinada cantidad de nuestras posesiones al pobre, en reconocimiento de que todas las posesiones mundanas provienen de Al∙lâh y que aquellos que son afortunados al tener posesiones en este mundo, las ofrecen a los pobres como si fuera un préstamo proveniente de Él. El cuarto pilar fue revelado por Al∙lâh en el Noble Corán: el ayuno (As-saum) durante el mes de Ramadán. El quinto y último pilar del Islam, el Haÿÿ, decreta que todo aquel musulmán que se lo pueda permitir económicamente haga una peregrinación a la Meca una vez en su vida.

Así hemos comenzado nuestra introducción al Islam diciendo que la parte central, la más importante creencia de los musulmanes es muy simple: hay un Único Dios. Al ser capaces de someter nuestra propia voluntad para aceptar esta idea de que existe un Único Dios y que Éste controla el mundo, estamos al menos abiertos a la posibilidad de oír aún más. El Islam, la religión de la sumisión a Dios, nos invita a rendirnos totalmente a Su voluntad, a aceptar Su grandeza y nuestra pequeñez, y a postrarnos en el suelo ante Él. Cuando la frente de una persona toca el polvo de la tierra, inclinándose en total sumisión ante Su Creador, permanece en su estado más vulnerable. El Islam nos enseña que la sabiduría de este mundo no es nada comparada con la grandeza de Al∙lâh. Ni el hombre más fuerte del mundo ni el más rico tiene poder o influencia sobre su propio destino. El musulmán acepta el destino que Al∙lâh le ha asignado, y encuentra su felicidad en ello, sabiendo que este destino puede conducirle al Paraíso.

Pero, volviendo a la mezquita del Sultán Hassan. Construida entre 1356 y 1363, la edificación de la mezquita casi llevó al país a la bancarrota, ya que era un proyecto de enorme envergadura. El complejo entero es monumental en su escala. ¡El sultán que lo construyó obviamente no tenía ningún complejo de inferioridad!

Todo en la mezquita llama a la grandeza. Entramos a través de una puerta de piedra maciza, de la que cuelgan estalactitas esculpidas en piedra caliza. Vagamos por un callejón cavernoso y oscuro, con paredes de varios metros de espesor, antes de salir al patio central donde nuestro capítulo dio comienzo. En el centro se encuentra una enorme fuente cubierta para que el fiel se lave antes del rezo. En tres de los cuatro lados hay amplios espacios cubiertos donde estudiantes de la ley Islámica se sientan en torno a los pies de sus profesores.

En el cuarto lado se encuentra el mihrâb de mármol y oro, que indica la dirección de La Meca y de la Ka'aba, el punto hacia el que se dirigen todos los rezos musulmanes. Suspendidas por largas cadenas, hay docenas de lámparas de aceite, de cristal. Esculpidos en la piedra, alrededor del área del rezo, pueden verse fragmentos de textos del Noble Corán. Y rodeando todo eso están los vastos muros que, altísimos, apuntan hacia el cielo.

Al fresco matinal o en plena luz deslumbrante del sol de la tarde, uno puede sentarse silenciosamente a meditar sobre la inmensidad de la Creación de Dios. Esta mezquita enorme, quizás en secreto construida por su patrocinador con la intención de que fuera un monumento a sí mismo, ha permanecido durante siglos, mucho después de su muerte, como una proclamación escrita en la piedra, un símbolo de que Dios es, en efecto, más Grande. Dios se ha revelado a la humanidad y nada puede pasar en este mundo, in shâ´ Al·lâh, a menos que Él quiera que así sea.


[1] Al∙lâh: significa Dios. Es el Nombre Más Grande que ostenta el Único Creador que posee todos los atributos propios de la divinidad, tal como fue revelado en el Qor´ân.

[2] (SAAWS): Sal·la Al·lâhu ‘Alayhi Wa Sal·lam: Los Rezos y la Paz de Al∙lâh sean sobre él, que es explicada por los ulemas como sigue::

Sal·la Al·lâhu Alayhi: significa que le cubra con Su Gloria y Su Misericordia…El motivo de traducirlo literalmente es porque estas palabras son repetidas por los musulmanes de todo el mundo, siguiendo el precepto divino de decir esta expresión siempre que se mencione al Profeta, en la llamada a la oración (Al Âdân) o en cualquier circunstancia, como veneración concedida por Al·lâh a Su último Mensajero, Mohammad, que ha sido enviado a toda la humanidad.

Wa sal·lam: significa: y derrame Su Paz sobre él.

[3] TSQ : Traducción de los Significados de Al Qor'ân. Es imposible transmitir exactamente los verdaderos significados que contienen las palabras de Al Qor'ân o imitar su elocuente retórica. Se han traducido los significados de Al Qor'ân y no se puede decir que sea una traducción de Al Qor'ân. Esta traducción nunca podrá reemplazar la lectura de Al Qor'ân en lengua árabe -la lengua en que fue revelado.

 

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