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Capítulo 8 El Haÿÿ (La Peregrinación a la Meca)
“Si yo resultara premiado en la Lotería Nacional, mi vida no cambiaría”, suele decir mucha gente. Aseguran que la perspectiva de ganar millones de euros o de dólares no afectaría a su rutina diaria. Eso simplemente les haría sentir bien, libres de cualquier preocupación, según dicen. Para otros, en cambio, su vida entera se transformaría. Ya no tendrían que trabajar nunca más. Podrían tener todo lo que desearan. En muchos países, millones de personas compran cada semana un billete para participar en un juego de azar. El ganador se hace millonario. Llámese Lotería o Loto, el juego es el mismo: por un bajo precio, te otorgan una posibilidad remota de ser el ganador. Dejando aparte cualquier consideración sobre si este juego es un derroche o incluso incorrecto, ya que permite poner todas nuestras esperanzas en una combinación ganadora de números, el deseo de ganar tal lotería señala algo más. Hombres y mujeres ansían algo más. “Nadie está contento con su suerte”, dicen. Ganar la Lotería Nacional solucionaría todos sus problemas y los haría felices. Ganar en la lotería, piensan, sería la oportunidad de su vida, transformando rutinas grises y ordinarias en vidas de fantasía y riqueza que van más allá de la imaginación. Hemos tratado de mostrar que el Islam propone un esquema de valores diferente, donde el deseo de poder y riqueza cede el paso a un deseo de complacer a Dios y de buscar Su favor. Ayudando a nuestro hermano, recibimos la bendición de Al∙lâh[1]. El quinto y último pilar del Islam hace que el corazón de cada musulmán se llene de anhelo. Es a lo que más aspiran, el sueño de su vida. No ansían ganar un boleto escogido al azar. No desean hacerse millonarios. El quinto pilar del Islam consiste en peregrinar a La Meca una vez en la vida, es el Haÿÿ, decretado por Al∙lâh, por el que los musulmanes viajan a la Ka'aba, la Casa de Dios, respondiendo a Su Llamada. La peregrinación del Haÿÿ, para el musulmán, es mejor que cualquier premio de lotería. Después de todas las luchas de la vida, tratando de ser una buena persona y de observar fielmente la práctica religiosa, el musulmán se presenta ante Al·lâh en La Meca, diciéndole: “Aquí estoy. He respondido a Tu Llamada. Perdóname todo lo que he hecho incorrecto. Ten piedad de mí”. Con las lágrimas corriéndole por las mejillas, él sabe que ha venido a casa, a la casa de Al∙lâh, la fuente del sentido de la vida. Realizar la peregrinación o Haÿÿ es obligatorio para todos los musulmanes, tanto hombres como mujeres, que sean capaces mental, física y económicamente de realizarlo. En realidad, muchos musulmanes nunca reunirán el dinero necesario para realizar el Haÿÿ, y así nunca podrán llevarlo a cabo, pero no están cometiendo nada malo por ello. Este quinto pilar sólo es obligatorio para aquellos que pueden y tienen los medios para realizarlo. Sin embargo, el sueño de todos los musulmanes es llevar a cabo la Peregrinación, cuyas raíces se remontan al principio de los tiempos. La Ka'aba o Habitación Sagrada, dedicada a la adoración de Al∙lâh, fue reconstruida por el Profeta Ibrâhîm (Abraham) y su hijo, Ismâ'îl (Ismael). Hablaremos más delante de ello. Los cimientos sobre los cuales Ibrâhîm reconstruyó la Ka'aba se remontan a una época más remota que la del propio Ibrâhîm. Una tradición dice que cuando Adán recibió el perdón de Al∙lâh, construyó una casa de adoración a Al∙lâh en este punto. Otra tradición dice que los cimientos de la Habitación Sagrada fueron establecidos por los ángeles. Una tercera dice que fue construida por el Profeta Idrîs, uno de los descendientes de Adán. Todas las tradiciones coinciden en que este lugar está en el centro mismo del mundo y que el trono de Dios está dispuesto exactamente encima de ese lugar, en el cielo. A través de los siglos, sin embargo, la casa dedicada a Al∙lâh cayó en mal estado y desuso. Los hombres no siempre cumplen sus promesas. Fue el Profeta Ibrâhîm el que se encargó de restaurarla, y el que llamó a hombres y mujeres para que viniesen y rindieran culto allí. En tiempos de Mohammad SAAWS [2], que los Rezos y la Paz de Al∙lâh sean sobre él, la Ka'aba se hallaba rodeada de ídolos. No era más que un centro de culto y adoración a ídolos, antes de que Mohammad y sus seguidores lo limpiaran y purificaran, dedicándolo una vez más a la adoración de un único Dios. Los rituales del Haÿÿ se relacionan directamente con Ibrâhîm, con su hijo primogénito, Ismâ'îl, y su esposa Haÿar; los musulmanes imitan lo que ellos hicieron muchos siglos antes. Antiguamente, emprender el Haÿÿ era una tarea ardua y a menudo peligrosa, ya que muchos viajaban durante semanas e incluso meses para alcanzar La Meca desde tierras lejanas. Hoy en día, los peregrinos vienen de todas las partes del globo. Repleta de adoradores en cualquier momento del año, La Meca experimenta una afluencia de alrededor de dos millones de personas cada año con motivo del Haÿÿ, que tiene lugar en un período fijo, comenzando en el duodécimo mes del año Islámico (Recuerda que como el calendario Islámico es lunar, el período del Haÿÿ cambiará cada año y, con el tiempo, podrá ocurrir en cualquier temporada, aunque su fecha en el calendario Islámico siempre sea la misma). En el pasado, los peregrinos viajaron a pie, a caballo o en camellos. Hoy en día, vuelan hasta el aeropuerto internacional construido por el gobierno saudita en la ciudad cercana de Yeddah, y después se dirigen en autobús hasta La Meca. Antes de llegar a La Meca, los peregrinos que realizan el Haÿÿ se bañan y se ponen una ropa especial. Para los hombres, una toalla blanca alrededor de la cintura y la otra sobre el hombro izquierdo. Para las mujeres, ropa blanca que les cubra todo, excepto las manos y la cara. Se pueden llevar puestas sandalias, pero no zapatos. Está claro para todo el mundo que todos tienen la misma pinta. Todos los que acudan a La Meca tendrán el mismo aspecto ante Al∙lâh y ante los hombres. Tomemos una pausa para observar lo que ha pasado. Dejando la rutina de sus vidas, millones de personas han concurrido en la Ka'aba. Durante siglos, han dejado a un lado a sus familias y amigos, su negocio y las preocupaciones del mundo. Después de una vida anhelándolo, han venido para llevar a cabo la Peregrinación. Todo lo demás se detiene para ellos en ese momento intemporal. Todo lo que les rodea es como si fuera una fotografía tomada de una película, mientras que ellos son los únicos que se mueven. La misma naturaleza de la palabra "peregrinación" significa "ir de un lugar a otro". Todo aquello que había parecido tan importante en la vida y había causado tanta ansiedad sólo un rato antes, pierde su significado. Los peregrinos llevan con ellos a sus seres queridos en sus corazones, pero todo lo que les sobrecarga ha sido dejado a un lado. Cada paso del viaje de la peregrinación significa alejarse un paso del pasado y acercarse un paso hacia el nuevo futuro. Al ponerse el ihrâm, las ropas blancas especiales, han dejado a un lado la ropa mundana y se han puesto un nuevo hombre –o mujer, en su caso-, concentrado sólo en Al∙lâh. Vamos a hablar un poco más de la Ka'aba en sí. En muchos hogares musulmanes, tiendas y oficinas de todo el mundo encontramos cuadros de la Ka'aba y el recinto que le rodea, junto con aleyas (versículos) del Noble Corán. Reconstruida a lo largo de los siglos, la Ka'aba, construida con piedras, es cuadrada, de forma cúbica, del tamaño de una casa grande. Actualmente se encuentra rodeada por una mezquita enorme. El suelo a su alrededor está embaldosado en mármol blanco. La Ka'aba está cubierta por una tela negra embellecida por textos extraídos del Corán bordados en oro puro. La primera cosa que hacen los peregrinos al comenzar el Haÿÿ, es circunvalar la Ka'aba siete veces. ¿Por qué? Porque así se mandó hacer a Adán, para imitar a los ángeles que circunvalan el trono de Dios. Las lágrimas que fluyen de los ojos de los peregrinos cuando circunvalan la Ka'aba por primera vez, debido a la conmoción, provocarían una inundación. Mirando hacia arriba les da la sensación de que está encima de ellos. A lo largo de todo su viaje hacia ese lugar no han parado de recitar el Talbiyah, versos que se remontan a los tiempos de Ibrâhîm:“Respondo a Tu Llamada, ¡Oh, Al∙lâh! Respondo a Tu llamada y soy obediente a Tus órdenes; No tienes asociado; Respondo a Tu llamada; Todas las alabanzas y las bendiciones son para Ti; Toda la soberanía es para Ti;Y Tú no tienes asociados”. Siglos antes, Ibrâhîm emprendió un viaje desde la tierra de Canaán con su esposa, la doncella egipcia Haÿar, y su bebé, Ismâ'îl. Esta tierra no era más que un desierto solitario e inhospitalario, pero Ibrâhîm creyó que era la voluntad del Omnipotente que él viniera aquí con su pequeña familia. Después de algunos días, Ibrâhîm comunicó a Haÿar e Ismâ'îl que debían permanecer y esperarle mientras él volvía a Canaán. Haÿar se turbó sobremanera al saber que debía quedarse sola en aquel lugar con su niño, pero aceptó el plan de su marido, sabiendo que él era un hombre bueno y religioso y que seguiría la voluntad de Dios en todas las cosas. Apenas Ibrâhîm montó en su camello y los abandonó, el pequeño Ismâ'îl comenzó a llorar a causa de la sed. Percatándose de que no había agua a la vista, Haÿar comenzó a buscar frenéticamente algo para que el niño pudiera beber. Corrió a una colina cercana llamada As-Safa para explorar la zona. Creyendo haber divisado agua en la distancia, cerca de otra colina llamada Al-Marwa, se apresuró hacia la misma, pero fue en vano, ya que no había agua allí tampoco. Empezó a correr desesperadamente de una colina a la otra, sin saber realmente lo que hacía. Siete veces recorrió esa distancia, sin encontrar agua alguna. Para su asombro y gran alivio, cuando volvió donde estaba Ismâ'îl, encontró agua que comenzaba a manar de la tierra, justo al lado del niño. Con la esperanza de conservar esa fuente de agua durante unos días más, Haÿar levantó una pared de arena alrededor de la misma, sin saber que ese manantial, el Pozo de Zamzam, manaría agua a partir de ese momento y durante miles de años, refrescando a millones de personas que visitarían más tarde ese lugar. Algunos dicen que fue el pequeño Ismâ'îl quien golpeó la tierra con sus pies al llorar, haciendo que apareciera agua. Otros dicen que fue el ángel Yibrîl quien golpeó la tierra. Para cuando Ibrâhîm volvió para permanecer con su esposa y su hijo, otros viajeros habían venido a vivir a la zona, encontrando su sustento del chorro de agua que siguió fluyendo. Un día Ibrâhîm tuvo un sueño en el que se le ordenaba que sacrificara a su único hijo, Ismâ'îl, por Al∙lâh. Él no conocía el motivo por el que Al·lâh quería tal cosa de él, sin embargo respondió a la orden de su Señor y salió inmediatamente con su joven hijo, diciéndole que iban de caza. Cuando se dirigían de camino a una montaña, un hombre se acercó a Ibrâhîm e Ismâ'îl e instó a Ibrâhîm a que no llevara a cabo la voluntad de Dios. Ibrâhîm, entonces, arrojó siete piedras sobre el desconocido, a quien reconoció como Satanás disfrazado, y el hombre se marchó. Satanás reapareció con un disfraz diferente y esta vez fue Ismâ'îl quien le lanzó siete piedras para ahuyentarle. Por último, reapareció una tercera vez para susurrar a Ibrâhîm que no llevara a cabo su misión. Ibrâhîm le lanzó otras siete piedras y Satanás desapareció. Ibrâhîm explicó entonces a su hijo lo que iba a ocurrir. El jóven Ismâ'îl contestó: [ ¡Padre! Haz lo que se te ordena y si Al∙lâh quiere, encontrarás en mí a uno de los pacientes.] TSQ [3](Noble Corán 37:102) Con gran pena en su corazón, Ibrâhîm levantó un cuchillo para matar a su hijo y ofrecerlo como sacrificio a Al∙lâh. El cuchillo presionó contra la carne del muchacho pero no cortó. De repente, se escuchó una invocación: [ Ya has confirmado la visión que tuviste.] (Noble Corán 37:105) Y, en ese mismo momento, bajó de la montaña un carnero. Ibrâhîm e Ismâ'îl, con alegría en sus corazones, ofrecieron el carnero a cambio, como sacrificio a Al∙lâh.Ibrâhîm es conocido por los musulmanes como el Íntimo Amigo de Al∙lâh. Su vida fue de obediencia total al Omnipotente. Tuvo un segundo hijo, Ishâq (Isaac), de su otra esposa, Sara, que vivía en Canaán, y acabaría viajando entre las dos familias. Cuando Ismâ'îl había crecido y se había hecho un hombre, Ibrâhîm oyó la Llamada de construir una casa en honor de Al∙lâh. El padre y el hijo la construyeron sobre un montículo rojo que había en la tierra -lugar revelado a Haÿar en un sueño-, bajo el que encontraron unos cimientos ya existentes. Así, edificaron juntos la Ka'aba, la primera casa en la tierra construida en honor a un Único Dios. Cuando completaron la construcción de la Ka'aba, se le instruyó a Ibrâhîm: [Y llama a la gente a la Peregrinación, que vengan a ti a pie o sobre cualquier montura, que vengan desde cualquier remoto camino.] (Noble Corán 22:27) Este lugar estaba todavía desértico, con muy pocos habitantes, pero Ibrâhîm obedeció inmediatamente, llamando por el desierto al norte, sur, este y oeste, a hombres y mujeres para que vinieran a este lugar para adorar a Dios. De la distancia, desde los cuatro puntos cardinales, Ibrâhîm oyó las extraordinarias palabras respondiéndole: “Respondo a Tu Llamada, Oh Al∙lâh. Respondo a Tu Llamada”… y multitudes acudieron desde cada punto hasta la Ka'aba para Su adoración. Ibrâhîm, Íntimo Amigo de Al∙lâh, pidió que se le fueran revelados los rituales de la peregrinación, y Yibrîl fue el encargado de hacerlo.Y así hoy día, aquellos que realizan el Haÿÿ llevan a cabo un ritual preciso, arraigado en la obediencia de Ibrâhîm y su familia. Se pidió a Ibrâhîm que dejara su propio país y se encaminara hacia un lugar estéril y salvaje, poniendo su confianza exclusiva en Dios. Se le pidió sacrificar a su único hijo, lo más amado de su vida, en obediencia a Al∙lâh. Haÿar fue obediente a Al∙lâh y estuvo dispuesta enseguida a escuchar a su marido. Su búsqueda de agua para su bebé hizo posible el descubrimiento del Pozo de Zamzam. Ismâ'îl fue un hijo tan devoto y tan conforme a la Llamada de Al∙lâh que estuvo dispuesto a morir si eso formaba parte del plan desconocido de Dios. Todos estos pensamientos están en la mente del peregrino cuando -él o ella- se mueven despacio de un lugar al otro durante el Haÿÿ. El peregrino ha sido llamado también a dejar su país y poner su confianza exclusiva en Dios. Se le pide dejar todo lo que le es querido, si Al∙lâh así lo desea, para responder puntualmente a Su Llamada. La peregrinación del Haÿÿ es la cumbre de la vida de un musulmán. Está dispuesto a dar su propia vida, si así fuera necesario, para dar gloria a Al∙lâh. La mayor parte de peregrinos que vienen de ultramar llegan al Aeropuerto Internacional del Rey 'Abdul-'Azîz, en Yedda. Desde allí, por lo general, viajan en autobús hasta La Meca. Antes de entrar en la ciudad, se comprueban los documentos. Cada persona debe demostrar que es un musulmán. Tan sagrada es La Meca que no se permite la entrada a los no musulmanes. Todos, durante su viaje en autobús han estado recitando juntos, en árabe, “Respondo a Tu Llamada, Oh Al∙lâh… respondo a Tu Llamada”… El entusiasmo aumenta a medida que se acercan. A lo largo de los días siguientes, reestablecerán una tradición intemporal. Deberán circunvalar siete veces alrededor de la Ka'aba, como se le mandó hacer a Adán. Asimismo, deberán recorrer siete veces el espacio entre las colinas de As-Safa y Al-Marwa, imitando la búsqueda desesperada de agua por parte de Haÿar. Lanzarán guijarros a un pilar que representa a Satanás, desechando simbólicamente todas aquellas cosas de sus vidas que les impiden hacer la voluntad de Dios. Todos estos rituales culminan en un momento extraordinario en el tiempo que refleja el mismísimo Día del Juicio. Dijimos al principio del libro que antes de la creación de Adán, Al∙lâh reunió las almas de todos los que existirían alguna vez y les dijo en la llanura de ‘Arafât, un valle a las afueras de La Meca, que Él es Dios y que no hay ningún otro. Fue a ‘Arafât donde Adán vino a buscar -y donde obtuvo- el Perdón y la Piedad de Dios. Los musulmanes creen que durante el Día de Juicio, todas las almas se reunirán una vez más en la llanura de ‘Arafât y darán cuenta a Al∙lâh de sus hechos. Recibirán un registro escrito de todo lo que han hecho y responderán por sus acciones delante de todos los demás. Nada permanecerá escondido. Los pecados y las buenas acciones de esta vida serán conocidos por todo el mundo. Y todos serán juzgados por sus actos. En lo que la mayoría ve como la culminación del Haÿÿ, los peregrinos se mantienen de pie durante horas al final, en el calor ardiente de la llanura de ‘Arafât: hasta dos millones de personas, vestidos con ropas blancas, pidiendo y suplicando a Al∙lâh. La alegría de ver la Ka'aba por primera vez queda ahora en contraste absoluto con la tristeza profunda que los peregrinos sienten por sus pecados. Es como si la vida entera apareciera ante los ojos de uno, y que con este peregrinaje hecho una vez en la vida uno quedara compensado por lo que ha hecho, y que uno viese lo que podría haber sido. No sorprende el hecho de que los peregrinos lloren. No son muchas las personas que tienen una oportunidad en la vida de examinar como han vivido y de tomar la resolución de cambiar y ser mejor. Sólo la peregrinación del Haÿÿ proporciona esa posibilidad. Es realmente asombroso el hecho de que hombres y mujeres de más de ochenta años de edad tengan fuerza para soportar tanto tiempo el sol de mediodía en ‘Arafât. Sin embargo, es cierto. A nadie se le ocurre sentarse. Comparecer de pie en ‘Arafât supone un punto decisivo en la peregrinación. Es el punto decisivo en la vida entera del peregrino. No hay vuelta atrás. Ellos han hecho la Peregrinación. Han permanecido de pie honestamente ante Al∙lâh, confesando quiénes son y lo que han hecho. Somos muy hábiles poniéndonos máscaras ante aquellos que nos rodean. A veces, llevamos puesta la máscara de la víctima. Otras veces, llevamos puesta la máscara feliz, aunque por dentro es posible que estemos llorando. Todo lo que la gente puede ver de nosotros es lo que les mostramos. Nos hemos hecho expertos en esta tarea. Podemos engañar casi a todo el mundo. Algunos de nosotros somos tan diestros en el uso de estas máscaras que podemos engañarnos incluso a nosotros mismos. Pero Al∙lâh no puede ser engañado: [ No hay nada, ni en la tierra ni en el cielo, que se esconda a Al∙lâh.] (Noble Corán 3:5) En ‘Arafât, los peregrinos se quitan la máscara, manteniéndose de pie simbólicamente desnudos ante Al∙lâh, tal y como estarán de pie físicamente desnudos ante Él, en ese lugar, el Día del Juicio Final. Su respuesta es llorar: lágrimas de tristeza por todas las oportunidades perdidas y por todas las cosas incorrectas que han hecho voluntariamente; y lágrimas de alegría por la Piedad y el Perdón que reciben del Todo-Misericordioso. Han llevado a cabo la peregrinación. Sin embargo, todavía falta un ritual para que el Haÿÿ sea completo. Como tantos rituales del Haÿÿ, éste se hace en conmemoración de lo que hizo Ibrâhîm al ofrecerse a sacrificar su único hijo, recibiendo a cambio la orden de sacrificar un carnero. Los peregrinos sacrifican un cordero imitando el sacrificio de Ibrâhîm. El peregrino consume un poco de la carne del animal degollado y ofrece el resto a los pobres. Sin embargo, podríamos preguntarnos: ¿Cómo puede la sangre de un cordero, o su carne, dar honor a Al∙lâh? Evidentemente, la carne o la sangre en sí mismas no hacen ni añaden nada a Su gloria. Al∙lâh creó a los corderos. No le estamos ofreciendo nada que Él no tenía ya. Al∙lâh no está complacido por la sangre o la carne de los corderos, sino por la obediencia y la gratitud de Sus siervos. Esta fase de la peregrinación (Haÿÿ) se celebra en todas partes del mundo musulmán como una fiesta, la fiesta llamada 'Aîd Al-Adha. Millones de musulmanes han seguido desde lejos los rituales del Haÿÿ y ahora celebran la fiesta juntos. Al igual que en la otra fiesta musulmana, la que viene al final de Ramadán, 'Aîd Al-Adha es una ocasión en la que se compra ropa nueva a los niños, y en la que sus parientes les dan dinero. El orgullo con el que una niña luce su nuevo vestido al mundo es sólo otro signo de la alegría que proporciona el Islam. La familia se reúne ese día para comer y divertirse. Como breve paréntesis, no podemos dejar pasar desapercibida la clara diferencia que existe entre el modo en que los musulmanes celebran sus dos fiestas, y el modo en que se está celebrando la Navidad en muchas partes del mundo. Lamentablemente, los medios de comunicación y los expertos en mercadotecnia (marketing) han convertido la Navidad –olvidando su verdadera razón y espíritu- en un gran montaje para que la gente no pare de comprar. A partir del mes de agosto, las tiendas nos seducen con promesas de regalos más grandes y mejores, echando leña al fuego de la avaricia de aquellos que quieren cada vez más. No pretendemos simplificar la celebración de la Navidad en sí, ya que muchos celebran realmente con gran sinceridad el nacimiento del que ellos creen ser su salvador, pero las compañías publicitarias les han robado la Navidad. Ninguna de tales exageraciones, sin embargo, acompaña a las dos fiestas musulmanas. La esencia de la fiesta está en un rezo especial en comunidad, unos días sin trabajo, una comida de celebración y tiempo para estar con la familia. Las fiestas musulmanas son exactamente eso: celebraciones religiosas. Para concluir, pues, y marcar así el final del Haÿÿ, el peregrino –sólo los hombres- se afeitan la cabeza y luego todos van a realizar la circunvalación final alrededor de la Ka'aba. Su corazón está lleno de alegría y tristeza al mismo tiempo. Alegre porque ha conseguido el sueño de su vida. Triste porque sabe que es posible que nunca vuelva allí, ni vea ese lugar otra vez. Después de su última mirada a la Ka'aba, intentando grabar la imagen en su corazón, el peregrino comienza el regreso a casa, llevándose con él recuerdos benditos y las bendiciones innumerables que ha recibido. En muchas partes del mundo musulmán, aquellos que han realizado la peregrinación pintarán en la fachada de sus casas un retrato de la Ka'aba y el método del transporte que utilizaron para ir hasta allí. En el mundo árabe, aquellos que han llevado a cabo la Peregrinación serán llamados a partir de entonces con el apodo de "Haÿÿ" y serán mirados con respeto, como a una persona diferente de las demás, alguien que ha conseguido el objetivo y se ha ganado el premio, alguien que ha llevado a cabo la ambición de una vida. La mayor parte de los musulmanes nunca podrá viajar a La Meca. Incluso después de una vida de trabajo duro continuo, muchos no podrán costear los gastos de la Peregrinación. Así pues, aquellos que lo han conseguido se sienten mejor que si les hubiera tocado la Lotería. El premio que ellos han ganado, en efecto, no es sólo el encanto del dinero, o de un coche rápido, o de unas vacaciones en España. El quinto pilar del Islam, ir a La Meca en Peregrinación y obediencia a Al∙lâh, es lo que el corazón del musulmán ha deseado toda su vida. Después de la Peregrinación su corazón puede descansar. La obediencia a Al∙lâh es su propia recompensa. [1] Al∙lâh: significa Dios. Es el Nombre Más Grande que ostenta el Único Creador que posee todos los atributos propios de la divinidad, tal como fue revelado en el Qor´ân. [2] (SAAWS): Sal·la Al·lâhu ‘Alayhi Wa Sal·lam: Los Rezos y la Paz de Al∙lâh sean sobre él, que es explicada por los ulemas como sigue: Sal·la Al·lâhu Alayhi: significa que le cubra con Su Gloria y Su Misericordia…El motivo de traducirlo literalmente es porque estas palabras son repetidas por los musulmanes de todo el mundo, siguiendo el precepto divino de decir esta expresión siempre que se mencione al Profeta, en la llamada a la oración (Al Âdân) o en cualquier circunstancia, como veneración concedida por Al·lâh a Su último Mensajero, Mohammad, que ha sido enviado a toda la humanidad. Wa sal·lam: significa: y derrame Su Paz sobre él. [3] TSQ : Traducción de los Significados de Al Qor'ân. Es imposible transmitir exactamente los verdaderos significados que contienen las palabras de Al Qor'ân o imitar su elocuente retórica. Se han traducido los significados de Al Qor'ân y no se puede decir que sea una traducción de Al Qor'ân. Esta traducción nunca podrá reemplazar la lectura de Al Qor'ân en lengua árabe -la lengua en que fue revelado.
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