Abû 
Bakr Mwhammad ibn Kuzmân.
Poeta. Nació en Córdoba después de 1086.  Murió en 1160.
 
Perteneció a una noble familia cordobesa llamada de los Banû 
Kuzmân. Respecto a la fecha de su nacimiento, muy discutida por los biógrafos e 
historiadores, tenemos una última referencia, probablemente la más certera, que 
es del arabista francés Lèvi-Provenzal, Du nouveau Ibn Quzmân, en "Al-Andalus", 
IX-2 (1944), pp. 347-369, que es la que damos en el enunciado de nuestro autor. 
El se describe a sí mismo de muy buena imagen y figura, alto, rubio, de ojos 
azul claro, libertino y malcasado; igualmente se vanagloriaba de no saber nada y 
de no haber visto nunca el mar; podemos observar en su obra cómo esta última 
aseveración es dudosa, no obstante, es interesante personaje. De vastísima 
cultura, conocería los mejores poetas de la revolución andalusí, el amplísimo 
abanico de escuelas de pensamiento y filósofos, la jurisprudencia y la retórica, 
además de la historia, tradiciones y otros conocimientos científicos. Ostentó el 
título de nobilísimo visir, cosa que, como veremos más adelante, hizo constar en 
todos sus escritos, más en un sentido irónico y con sorna, que realmente por el 
título como tal, que por aquella época ya había perdido la importancia que 
tuviera antaño. Vivió de sus canciones y antologías, viajando por numerosas 
ciudades y pueblos, y participando en certámenes literarios y en toda clase de 
lances picarescos y libertinos. Es en su obra donde se refleja no sólo su 
biografía personal, sino la mejor exposición de todo el conjunto social que 
convivió y conformó la forma de ser y las relaciones sociales e individuales de 
la nación andalusí. Más que un poeta a secas, nuestro zejelero supone todo un 
acopio de estilos, costumbres, formas de ser y sentir la vida, que constituyen 
el mejor exponente y testigo de lo que debió ser aquella gran formación 
histórica andalusí.
Uno de los grandes atractivos de Ibn Kuzmân consistirá en la 
utilización de la lengua vulgar, mezcla del idioma romance andaluz (producto de 
la desmembración del latín y su evolución en Andalucía, conocido por aljamía
– de la raíz árabe al-‘agamîyya, lengua extranjera, derivado de 
‘â’gam, bárbaro, extrajero- y la vulgarización del árabe culto, marcado por 
un profundo estilo indígena-andaluz. A partir de estas dos formas lingüistas, de 
la cuales Ibn Kuzmân es un auténtico maestro, podemos estudiar la evolución 
lingüística en Al-Andalus, que ya en el período kuzmâní da lugar, prácticamente, 
a la formación de un idioma diferencial, que evoluciona con la acepción 
generalizada de aljamía.
 
              Ibn Kuzmân es el exponente más preciso del sentimiento general de 
la sociedad andalusí: satirizar muy a menudo con los al-faquíes (jueces) y 
beatos –algo muy parecido y actual respecto a la conciencia religiosa y 
manifestaciones de religiosidad, hoy presentes en Andalucía-. Sólo en tres o 
cuatro serventesios políticos, nos dice Ribera que nuestro zejelero alude 
seriamente a la tradición religiosa, y, en este caso, se ve muy claro que el 
autor más la siente como un movimiento de rabia contra los cristianos 
trinitarios del norte, con su dogmatismo religioso y estrecheces morales, que 
como un auténtico sentimiento, creencia y acto de fe.
 
Biografía y obra están estrechamente maritadas, en el caso de Ibn 
Kuzmân. Nuestro autor es –según la interpretación de E. García Gómez- uno de los 
poetas más musicales en cualquier lengua del mundo. Su métrica es música. Y su 
música –la música exquisita de su lenguaje- es la métrica. E. García Gómes es,  
para nuestro entender, el arabista que mejor conocimiento y percepción tiene de 
la obra kuzmâní. Tras estudiar pormenorizadamente el Cancionero de Ibn 
Kuzmân, tanto desde la perspectiva de la técnica literaria, como incluso de la 
biografía de nuestro autor y su entorno social, podemos decir que se ha 
convertido en la actualidad en el mejor zejelero del arabismo, o sea, en el 
interprete más heterodoxo del autor más heterodoxo: Ibn Kuzmân. Muy pocos han 
tenido tanta lucidez interpretativa y tanto atrevimiento. EL logro nos merece 
tanto elogio, siendo García Gómez el autor que, a través de su obra, conocida 
por Todo Ben Quzmân va a convertirse en la espina dorsal de nuestra 
puesta en escena acerca de este poeta.
 
García Gómez estudia en su obra, con una metodología 
globalizadora, dos aspectos fundamentales en Ibn Kuzmân: la música exquisita de 
su lenguaje a través de la métrica, de la que ya hemos hecho mención, donde 
prueba su tesis acerca de la estructura rítmica de sus poemas; el otro aspecto 
estaría en el estudio pormenorizado de romancismos que su obra conlleva.
 
Respecto  la métrica musical, García Gómez no la entiende como 
una sucesión de sonidos armoniosos pero hueros. Estos sonidos transmiten una 
melodía intelectual y un mensaje inteligible, compuesto de gracia, de sal, de 
donaire, de picardía, de ternura, de cinismo, en dosis que no recetaron nunca 
los farmacólogos o éticos de ninguna cultura; también están compuestos de 
convencionalismos, de tópicos, de caídas, de bajas pasiones, hasta de 
ocasionales blasfemias; pero todo de lo más interesante  apasionante, a veces 
llegando incluso a los altos aires de la poesía eterna, y en otras al nivel 
terreno del conocimiento acerca de una civilización supuestamente ya abolida, y 
de un determinado e histórico ambiente social y cultural. El primer autor que, 
con tan buena fortuna, e incluso –mejor diríamos- con la única, por primera vez 
y de manera completa, ha descifrado la obra de Ibn Kuzmân, ha logrado demostrar 
y fundamentar, con sus geniales intuiciones la versión más acertada de la 
técnica y el espíritu huzmâní. El único manuscrito de que han dispuesto los 
arabistas e historiadores acerca de nuestro autor es bastante malo y ha 
necesitado de correcciones constantes. Sufrió la traducción al árabe, o, mejor 
dicho, la interpretación desde el idioma árabe, de tal forma que las consonantes 
van por un lado y las vocales  (en el manuscrito las hay esporádicamente, y, 
cuando las hay, casi siempre están mal puestas) por otro. Vitalizar un texto 
consonántico en árabe clásico es más o menos difícil, pero posible. Ahora bien, 
el texto de Ibn Kuzmân, como ya señalamos al principio, tiene la dificultad de 
que tan siquiera está totalmente en la vulgarización que el andaluz hace del 
árabe; conlleva, de igual forma, importantes elementos del romance, no siendo 
entendido ni el uno ni el otro por el copista oriental. Todo ello quiere decir 
que a la fuerza, y aún a pesar de poseer conocimientos filológicos, cada cual 
tiene que establecer su propio texto kuzmâní, es decir, fabricárselo. Para 
García Gómez es necesario traducir a caracteres latinos la grafía árabe, ya que 
le resulta sensiblemente equívoca para interpretar el sentido y la lengua de los 
andaluces,  en este caso no sirve para nada, siendo necesario transliterarlo: 
 
Me permito comparar la fijación del texto de Ibn Kuzmân, 
concebida así, al de la construcción de un muñeco anatómico. Ha de tener un 
esqueleto (la métrica). A este esqueleto ha de apegársele la carne, con músculos 
(el sentido) y los nervios (la gracia). Todo hay que recubrirlo de una dermis 
(la gramática). Y sobre esta dermis va todavía una epidermis (grafía).
 
En la obra de García Gómez se editan y traducen todos los zéjeles 
kuzmâníes –enteros o fragmentados en cinco partes muy desiguales: la primera, 
los 149 zéjeles Cancionero, contenidos en el manuscrito de Leningrado, y 
estudiados sobre el facsímile de Gunzburg; la segunda, 37 fragmentos no 
incluidos en el Cancionero, procedentes de Hillî y de Ibn Mwbâraksâh, y 
publicados por vez primera por Hoenerbach y Ritter; la tercera, dos fragmentos 
de zéjeles procedentes del Mugrib, de Ibn Sa’îd, y que tampoco están 
incluidos en el Cancionero; la cuarta, un zéjel procedente de la Geniza 
del Cairo, y dos originarios de un manuscrito escurialense de Nawâgî, los tres 
desconocidos hasta que fueron publicados por S. M. Stern; y el quinto son dos 
breves fragmentos de zéjel, no incluidos en el Cancionero, y procedentes 
de los Prolegómenos de Ibn Jaldûn.
 
El Cancionero de Ibn Kuzmân ha llegado a nosotros a través 
de un manuscrito único del siglo XIII, copiado en Sadaf (Palestina), lo que 
prueba la difusión del arte kuzmâní en Oriente, por alguien que entendía muy 
poco, y en ocasiones nada de la lengua andaluza del poeta, y en ocasiones nada 
de la lengua andaluza del poeta, y probablemente poquísimo, si es que algo 
entendía, de la métrica de sus composiciones. Pero como es el único, se ha 
convertido en un códice precioso. Desde luego, ha sufrido mutilaciones patentes, 
aunque no parecen ser demasiadas. Fue adquirido en un principio por Rousseau, 
con cuya colección de manuscritos árabes pasaría a Rusia, quedando conservado en 
el Museo Asiático de San Petersburgo. Lo daría a conocer Rosen por el año 
1881. El primero en hablar de él en forma amena y sabia sería el gran arabista 
ruso I. Kratchkovsky, en un artículo de 1942 titulado La manuscrit unique et 
les savants des douze nations, inserto en las pp. 89-96, en una obra que 
citamos por su versión francesa: Avec les manuscrits arabes (Souvenir sur les 
livres et les hommes), traducción de M. Canard (Alger 1954, Publications de 
lÍnstitud d’Études Orientales de la Faculté des Lettres d’Alger, XIV). Acto 
seguido ofrecemos una breve selección de zéjeles, que extraemos de la obra de 
García Gómez, Todo Ben Quzmân, y que son partes explicativas de la 
personalidad de nuestro poeta y del contexto social al que antes nos referíamos. 
Ibn Kuzmân se resistió a reunir todos sus zéjeles, hasta que encontró un motivo 
fundamental por quien y a quien elaborar y dedicar su obra:  
 
Porque la razón que me había impedido reunirlos y escribirlos, 
y retenido de pulirlos y fijarlos era no haber encontrado un hombre generosos, 
cuyo nombre bordar encima de ellos y con cuya marca engalanarlos. Pero, al cabo, 
la suerte sacó afuera su tesoro, me mostró lo más noble y mejor que tenía, fue 
liberal con lo que antes era avara, y me hizo ver, despierto, lo que ni aun en 
sueños habría tenido por verdad. Me dio, en efecto, a conocer a quien, teniendo 
figura humana, brilla como el sol; a quien reúne la dulzura con el temperamento 
de Andalucía; a quien dice verdad cuando habla y pasma con su belleza cuando se 
lo ve; a quien, si hay un alma que yo rescatara con dinero, la suya sería; a 
quien, cuando promete, cumple sin dilación, y, cuando se discute con él,  no 
titubea en contestar ni se queda cortado, y, cuando da el amán, engalana y 
adorna, pero de quien puede temerse todo lo malo cuando se irrita. Allah le dio 
cuanto podía apetecer; alcanzó y logró todas las perfecciones, y, sin embargo, 
no se ha engreído, cuando bien podía hacerlo. Su gloria se conoce en sus buenas 
prendas, y da, con su carácter, pruebas de su noble condición: el alamín Waskî.
 
El 
poeta se siente criado ante este efebo de ojos azules; pero no se avergüenza de 
ello. Las mujeres se lo disputaban maliciosamente, y estaban locas por el amor 
de Waskî. Ibn Kuzmân dice que tiene pensado cambiarle un beso por un zéjel, y 
aún brinca de gozo por haber bebido con él de noche en el soto de Ibn Abû-l-Hazz:
 
Del zoco quiero a un chico.
De verlo, lo conoces.
Su  nombre te diría;
Pero nombrarlo no oso.
Tú que a la gente matas,
aunque otra cosa digas:
¿Qué almizcle es ése, amigo?
¡Ven, ven, ante el maestro!
¡Por Dios, qué presumido!
Saluda, por lo menos.
Conviene, si te entonas,
que el entonar te siente.
Yo callo y sufro, pero
lo quiero, pese a todo.
Con verlo ya  me pasmo.
¿Negar voy lo que es cierto?
De estar ello en mi  mano,
lo que celar no puedo.
¡Ay, tú el de los achares
y los celillos dulces!
¿Por qué me gusta hablarte,
cuando ese hablar me mata?
<<¡Ay, corazón, aguanta.
No te escapes nunca!>>.
¡Por Dios, bien sufre el pobre!
Vigor y ayuda dale.
El de los ojos garzos,
el de las  cejas finas
me llama su criado:
verdad es lo que dice.
Mas, siendo sus esclavos
poetas y escritores,
ni va eso en mi desdoro suyo.
¿Por qué va a ser afable,
por qué va a hacerme caso,
si al verlo dos mujeres,
y ver su airoso talle,
le dijo la una a la otra:
<<¡Que el Allahl de amor te aqueje,
y que con él te acuestes!>>,
y <<¡Sí, sí!>>, la otra dijo?
Más Súna está más cerca.
No esponjes, si saluda,
porque a la gente engaña
con sus palabras dulces.
Parécete inocente
si tira de las riendas,
y así, su cepo tiende.
¡Quien cae en él bien grita!
Por él ardo de día;
De él hablo por la noche.
Desde que di en amarlo
tan solo eché una siesta.
Trocarle tengo urdido
un zéjel por un beso;
mas, si antes me lo diera
del trueque, ¿mal habría?
Acorta tu poema;
dejarlo has terciadillo.
Besar tus dedos quiero,
ay hijo del más noble.
Mas  no me gustaría
que nadie se enterara.
Todo en mi contra sale:
lo que tú cueces, aso.
¿Ay, déjame esta noche
que goce y pegue brincos,
que de placer me embriague
y que amanezca turbio!
Soto de Ben Abî-l-Hazz
Waskî bebió conmigo.
Pegar no pude ojo,
sirviéndote y bebiendo
Completo queda el zéjel,
que me salió del alma.
Babel me dio su magia,
Y es un montón de perlas.
Oirás que dicen todos: <<¡Cosa es genial amigo!>>,
y se ha de alzar.....
...... cuando lo cante.
 
Waskî se convirtió en un amante esquivo para el poeta –, que ha vuelto, 
dejándolo atónito, y ante el cual se rinde sin condiciones, para que haga con él 
lo que quiera:
 
Me eché un amigo que es
rubio, albo y alto.
¿La luna ves salir?.
Pues más él brilla.
 
Después de irse el traidor
ha vuelto al cabo,
por cómo ando fisgar,
y de visita.
Al verlo enmudecí:
selló mi boca.
Como una lima fue
para mi mente.
 
¡Qué dulce es este amor
y al par qué amargo!
¡Qué feo es el desdén
y qué infamante!
Quien ama, triste está,
y al par alegre.
¿Por qué al pobre infeliz
se le desaira?
 
Waskî,  te quiero igual
tirano o justo.
Me ves, siendo tú juez,
en tu presencia.
Sé bravo, altivo, y haz
atrocidades;
sé blando, o duro se;
se claro o turbio.
 
Calumnia y chisme son
lo que me irrita:
dos cosas que jamás
dirá un discreto
si bien no entra ese hablar
por mis oídos.
¡Contra él testigo es Allah
que no me altera!
 
Qué es para mí este amor,
no lo sabrías.
Un día, al entreabrir
Mi puerta, vilo.
<<¡Qué grande es Allah!>>, grité
tan sólo verlo:
tal, en la fiesta, al ver
la luna, dices.
 
Al año con las dos
Visitas cuento.
¿Te puedo yo olvidar,
amigo mío,
cuando en tus labios hay
lo que me gusta?
¿Es tu saliva, ay Allahs,
o agua y azúcar?
 
Que siga tu salud,
y escucha, amigo:
pensar y redactar
quería verte,
hasta hacerte en saber
sobresaliente, 
con loa y fama tal
como Abû Yûnus.
 
Tan sólo quiero ver
que te pareces
a él, a su parigual
en tantas partes,
pues dicen con verdad
de mí las gentes:
<<hindú, e hijo de hindú,
Maskûl, marica>>.
 
Puestos a elegir otro zéjel de Ibn Kuzmân, deberíamos de reseñar el que sigue. 
Desde luego, es una obra maestra por su ternura, al mismo tiempo apasionada e 
irónica, que subraya admirablemente el diminutivo que cierra cada estrofa, 
gozando de gran cantidad de piropos:
 
Ahora te amo a ti, estrellita,
Laleima.
¿Quién te quiere y por ti muere?
Si me muero, es culpa tuya. 
De poder dejarte mi alma,
no rimara esta estrofilla.
 
¡Yo estoy, matrre, tan silâto,
tan hazîmo, tan penâto!
¿Ves lo largo que es el día?
Sólo cato un bocadito.
 
Digo a todos: <<¡Allah es grande!
Ya no puedo más con ella;
si a la Aljama Verde corro,
vase al Pozo del Chopillo>>.
 
¡Ay, adorno de tertulias,
guapa, sí, e inteligente!
¡No mizcales, sí chinitas,
de volverte leprosilla!
 
Tus galanes desatinan.
De Babel juntas la magia.
Toda sal de ti se escucha,
si hablas una palabrita.
 
Y pechitos cual manzanas,
carrillitos como harina,
dientecillos como aljófar
y de azúcar la boquita.
 
Si el ayuno nos vedases,
<<Renegad>> si nos dijeras,
hoy la puerta de la aljama
cerraría una soguilla.
 
Dulce más que el alfeñique,
tú señor eres, yo esclavo.
¡Mi señor, sí! A quien lo niegue,
en el cuello un cachetillo.
 
¿Hasta cuándo más desdenes?
¿Hasta cuándo más celillos?
¡Haga Allah en casa sola
con los dos un acecillo!
 
Otro poema representativo de la sensibilidad y el estilo zejelesco de Ibn Kuzmân 
sería el que podríamos titular Poema báquico-erótico, en el que hace 
especial referencia al vino y sus placeres como habían hecho muchos otros poetas 
de ese periodo hacíendo de la embriague del vino, una alegoría a la experiencia 
mística de los sufies. Ibn Kuzmân es un poeta que vive al día, dedicándose a la 
búsqueda del placer, en todos los campos e la vida. Es un poeta que no duda en 
escoger entre el amor báquico y el ‘udrí (platónico), el primero. Todo ello lo 
expone de feliz manera en el zéjel que sigue, citando al amigo que se ha dormido 
borracho, con la cara encendida, como si le hubiesen pasado por ella un 
algodoncillo tinto en carmín. En suma, Ibns Kuzmân se siente feliz: No hay 
imperio como el mío, después del de Salomón,  ni como yo fueron más que los 
‘abbâsíes o los Omeyas. Pero realmente nuestro autor es auténticamente 
feliz? La respuesta sería: ¡no! En todo caso, el tono anacreóntico que aparece 
en la última estrofa, con ansias de perpetuidad, sería una muestra más de los 
continuos sinsabores y frustraciones: Ibn Kuzmân desea que uno de sus hijos viva 
la vida en toda su intensidad, para que pueda decirse: 
 
¡De tal palo tal 
astilla!:
 
El quedarse sin vinillo
para mí es lo más odioso.
¡Por Mohammad, 
encomedadme,
porque Allah perdón me 
otorge!
 
Tal es cual lo ves el 
mundo.
Gana tiempo, pues, y 
aviva.
No hay día ni hay noche
que tu fiesta no 
celebres.
 
Sacia en él tus apetitos
antes que la muerte 
llegue.
¿No tendrías por 
desgracia
tu  morir, viendo el 
mundo?
 
A mi ver, rato sin vino
Fáltale gracia y salero.
¿Qué es un día sin 
descoco,
qué es un día sin 
holgorio?
 
Por placer, placer no 
tengo
ni por huelgo doy al 
huelgo
si no me entra entre los 
labios
labio de copa con vino.
 
¡Si las copas de mi casa
viese, cuando se echa 
vino!
¡Qué amiguito, si me 
amase!
¡Qué vinillo si durara!
 
Si vinieses, viera cómo
las Cabrillas echan vino,
pues como ellas son los 
vasos
que te pasan por encima.
 
¡Qué vino hay aún en mi 
casa!
¡Qué amigo hay a mi vera!
Si Allah verme te dejara
y a mi amor viese 
conmigo,
el tazón lleno en mi mano
y el hermoso entre mis 
brazos,
al sol vieras en mis 
dedos
y en mis brazos una luna.
 
Porque Allah me ha 
concedido
lo que ha todos ha 
negado,
que como estas glorias 
mías
ni la hubo ni ha de 
haberlas.
No hay imperio como el 
mío,
Salomón, tras de tu 
imperio.
Como yo lo ‘Abbâsíes
Fueron sólo, o los 
Omeyas.
 
Tras beber tu copa, 
amigo,
cuando duermes me parece
que con un algodoncito
pasan lacre por tu cara.
 
Sólo amarte me 
acomoda........
¡Ea, ven! Conmigo acabas,
más te digo: <<¡pronto, 
pronto!>>
 
Si quisieras escucharme,
me quitarías estas penas,
y mi mano si tomases
y me dieses un besito,
con dejarme para siempre
tu boquita entre la mía,
volar vieras mi alma, 
alegre,
más allá de las 
Cabrillas.
 
Una cosa he de decirte;
Menester es que pregunte:
¿Eso de tu boca es agua,
o es azúcar desleído?
Busco en Allah refugio, 
amigo,
de que te remontes, 
cuando
váse a ti mi boca en 
busca
de una gota de esa 
agüita.
 
Mas cortó mis argumentos
con decirme: <<¡Bueno, 
basta!
¿Ke kerés?>> Me da lo  
mismo
que estés cerca o que 
estés lejos.
Y es que voy con calzas 
rotas,
raído el manto de 
alfaneque,
y heme con el pelo en 
greñas,
cual bandido es 
despoblado.
 
Largos haz, Señor, mis 
días
hasta que de vivir me 
harte,
y haz que deje entre mis 
hijos
un borracho y un putero
para que de él y mí diga
quien lo vea y quien me 
vea:
<<A su padre salió el 
chico:
de tal palo, tal 
astilla.>>
 
Otro de los temas convencionales, dentro del estilo zejelesco de Ibn Kuzmân 
sería el que se refiere a las relaciones a veces tensas y fribolas  del muchacho 
con su amante:
 
Pues me desdeña, no 
saluda
si me lo topo.
 
¡Ay lo que Allah me ha 
echado encima
con tal cariño!
Para el amor de estos 
hermosos
no hay medicina.
Da igual que ante ellos 
nos quejemos
o estemos mudos.
A Allah no temen cuando 
tratan
así al amante.
 
Son genios bravos (¡Allah 
nos libre
De genios tales!).
Piedad no tienen del 
amante,
con verlo triste,
ni saben cuánto sufre el 
pobre
con lo que cata,
al menos que a catar lo 
mismo
des den a ellos.
 
No más favor me da que 
celos
y que congojas,
y a el no consigo unirme 
nunca
más que en deseos;
mas no deparan dicha a 
nadie
para a la mía
cuando soñando le doy 
besos
o si lo abrazo.
 
Otro poema de gran significación para el conocimiento del contorno social en que 
se movió Ibn Kuzmân, y que expresamente aborda el contexto de la familia en 
Andalucía, es este zéjel, con un prólogo que a muchos podrá parecer escandaloso, 
pero que refleja el ambiente liberal y tolerante respecto al matrimonio. Ibn 
Kuzmân dice haberse casado y que hizo una boda de lo más rumbosa; pero que se 
hartó del matrimonio. 
 
Las mujeres son muy gastadoras, y hay que sacar mucho aceite para alimentar 
un candil de dos luces:
Rumboso fui en mi boda y 
liberal;
mas vínome el hastío: me 
cansé.
 
Pues Allah me libertó de 
cavilar,
con ella nunca más he de 
volver,
que feo es el casorio de 
por sí.
No tengo en sus cuidados 
más que ver.
¿Dos ojos en la cara 
tienes, y
te ciegan vanagloria y 
presunción?
¡Ben usto está el que 
aceite ha de sacar,
si tiene doble boca su 
candil!
Un cepo es la mujer de tu 
caudal.
<<Bonito es –a una dice- 
tu tapiz.>>
Bonito, mas no es tuyo, y 
¿para qué
te alegras de lo que otra 
tapizó?
 
Os quiero, amigos míos, 
consultar:
igual que la cogí, la 
dejaré.
Lo tengo bien pensado. Ya 
me voy,
y ¿quién, si ahora me 
voy, me hará volver?
 
<<Te largas 
–contestaron-; pero dí:
¿la guarda, o, si no, qué 
va a comer?
¿Papeles vas a hacer?>> 
<<Claro ue sí.>>
<<¿Rezaste por el Nábi?>> 
<<Ya recé.>>
 
<<Tendrá sus alimentos. 
Mi deber
como un buen repudiante 
he de cumplir.
Que juzgue Ibn Mugît, y 
lo hará bien;
que diga qué he de dar, y 
lo haré así.>>
 
Observamos a través de este zéjel que, al igual que la práctica habitual de la 
poligamia, poliandria, el divorcio diríamos que se movía en un marco jurídico 
ordenado. Estas prácticas eran criticadas por algunas corrientes ideológicas y 
místicas que se fundamentaban en la escuela malakita y en las escuela  bereber, 
no obstante sus críticas raras veces pasaron de los dichos y los alegatos 
morales. Otras escuelas ideológicas, como la sufí, aceptaban y eran tolerantes 
con ese tipo de prácticas tan usuales.
 
De la costumbre y gozo por 
las fiestas báquicas, literatura tan traída y tan llevada por los autores 
cristianos y de la historia tradicional acerca de la tradición islámica que 
prohíbe las bebidas alcohólicas, y si en al-Andalus se faltaba o  no a las 
purezas de la fe musulmana, la respuesta la tenemos en Ibn Kuzmân, que a través 
del zéjel que sigue, mediante el que recoge los ambientes populares en la 
Andalucía islámica, manifiesta el gusto e incluso la ostentación que por el vino 
se hace, sin ningún tipo de recato:
 
Gasto mi caudal y empeño 
ropas
Por el vino añejo.
 No te de cuidado que no 
beba,
pues tengo el beber por 
obligado.
Si alguien te contó que 
me arrepiento,
cosa es que jamás se me 
ha ocurrido.
 
¿Genio he de mudar con 
penitencia?
No seré yo, amigo, quien 
tal haga.
Arrepentimiento, ¡vaya 
necio!
Iba a decir que... ¡Mejor 
callarse!
 
Tiende el porrón tu mano 
diestra,
Y, si uno rezó de tus 
censores:
<<¿Tal, Abû Fulano, es lo 
que haces?>>,
le has de decir: <<Sí, 
tal es lo que hago>>.
 
Temen al faquí los 
inexpertos.
Yo, respétole, pero lo 
huyo.
¡Puta la madre es de los 
abstemios, 
aunque al frente lleven a 
Gazzâli!
 
Otro de sus zéjeles se convierte en una voz lastimera, melancólica y evocadora 
–entre ruinas- de un pasado feliz. La vejez del poeta se una a la ruina de 
Córdoba y de Andalucía, destrozadas por las invasiones almorávides y almohades, 
tras las que aparece, como una pesadilla atormentadora, la presencia de los 
cristianos de los reinos del norte. Es una especie de preludio donde se ensalzan 
el pasado de Al-Andalus como pasado de florecimiento nacional. A continuación 
Ibn Kuzmân se sale del convencionalismo para hablar de las ruinas de Andalucía y 
de Córdoba y de la collación de la mezquita, convertida en un estepar. A 
nuestro poeta le parece mentira haber sido antes tan dichoso y haber conocido 
una Andalucía tan feliz, que le llega a parecer mentira lo que está viendo. Ibn 
Kuzmân se nos manifiesta como un nacionalista radical que teme al dogmatismo 
cristiano que, como un fantasma, se cierne desde la meseta como los cuervos, 
aves de mal agüero, y símbolo entre los arabizantes de la ruptura entre los 
amantes:
No queda nada en piel
de aquella casa;
 Partióse de ella quien
sonó su hora,
y hoy es un <<liso 
hondón>>,
como es la arcada.
La llora, al zurear,
la tortolilla.
Su amigo quien perdió,
¡qué bien espera?
Lo que hace es recorrer
llorando el rastro.
 
Sin alma me dejó:
mas las estrellas
podrás tocar mejor
que su retorno.
 
La tórtola por él,
como acostumbra,
........./.........
........./.........
¡Adarve de Ibn Zâidi!
¿Y tu bullicio?
¿Tu brillo, collación
de la Mezquita?
Encima os vino más
de lo llevable.
Ven y verás alfoz
que, arado, siembran,
y un estebbâr que más
creció que un hombre.
 
¿Pensara que yo que allí
fui a aquellas fiestas,
con tanto hombre gAllahn,
gallardo, afable,
luciendo lo mejor
de mis vestidos,
en tanto que el laúd
rascaba el plectro,
y el grito del flautín
de fuera oías?
 
De luto siempre va,
jamás alegre.
¡Feo de ver y oír,
maldito cuervo!
¡Qué miedo das, fatal
pájaro negro!
 
El 
zéjel anacreóntico que a continuación sigue, representa aun a pesar de su estilo 
convencional, el poco caso que nuestro autor y el pueblo andaluz en general 
hacían del faquí, cuando llamaba a la penitencia, algo parecido al caso que hoy 
día se le haría a un clérigo. Se pregunta nuestro autor, ¿por qué se va a hacer 
caso al faquí cuando llama a penitencia? En el mundo hay primavera, belleza, 
música, amor, vino... ¿por qué hay que renunciar a todo ello?:
 
<<Penitencia>>, el faquí dice.
¡Vaya necio impertinente!
¿Cuándo ríen los jardines
y la brisa huele a musco?
 
Sus banderas abril alza,
Como rey que vuelve en triunfo;
Se enjoyaron los frutales;
Cantan pájaros encima;
Los arriales visten rica
Vestidura de esmeralda;
Los junquillos y violetas
Lindos son: ¡sobre azul, blanco!
 
¡Alhelí, arrayán, rocío,
sombras, auras y regatos!,
un esbelto guapo, afable,
y un espía sordo y ciego,
el tocar de un buen flautista
y, al cantar, la voz de Selmâ,
cielo puro, como esmalte,
vino claro como el oro.
 
El placer cual aastro en orto
O un capullo cuando rompe,
Más cantar –dina, dan, DINA-,
Más retozo –kah, kah, kaha-,
Y de lo de <<Quítate, ansioso,
Que los pechos me lastimas>>,
Y <<Este cruel me asusta, madre,
Mira el bakbak que me haces>>.
 
¿Qué dirás del vino, mientras
a tu amado das un beso,
a tu par sentado el guapo,
y el tocar de los laúdes,
y un perol hirviendo cerca,
y asador que gira al fuego?
¿Qué dirás de lo que digo?
¿No razón y dicha tengo?
 
¡Ay licor, bîno, qué dulce! Mi 
confite eres y azúcar.
Por El que tu amor me inspira,
¿quién regado te ha de aljófar?
Pero di: ¿por qué te dueles
Y andas pálido y delgado?
Sin dudar, pesares sufres,
O prendado estás de un guapo.
Vida tal me place, gentes.
¡Qué donoda es y qué buena!
Si a dejarla hay quien me invita,
Fíjate lo que le digo:
<<Nada temo, amigo mío.
No me aburro, amigo, nunca.
Di: ¿por qué dejar todo esto?
¿Hablas de verdad y en serio?>>
 
Como Ibn Kuzmân me llamo,
Que la magia diga es justo.
Si a uno asístele la suerte,
Se le viene todo a mano,
Y su mismo nombre ayuda:
Ka’b ahbâr es un ejemplo.
Y un refrán antiguo dice:
<<No hay caballo como al-Ablak.>>
 
Hablando de composiciones anacreónticas nos llama la atención la frecuencia con 
que Ibn Kuzmân en su Cancionero dice de sí mismo para enaltecerse, que 
era alto, rubio y con los ojos azules. Simonet –acaso el primer orientalista de 
Europa que  se ocupó de Ibn Kuzmân- dedicándole un artículo titulado Las 
anecreónticas de Ibn Kuzmân, dice de él que era un goso rezagado; de igual 
forma, en su famosa Historia de los mozárabes, incluye el nombre de Ibn 
Kuzmân entre los numerosos apellidos latinizantes que suenan entre literatos y 
otros personajes de Al-Andalus; todo ello es lógico en Simonet, dado que en su 
análisis histórico desde una concepción tradicional, se olvida de que la 
revolución islámica y árabe en Andalucía no consistió en el cambio de un pueblo 
por otro pueblo, en la expulsión de toda la población andaluza turdetana y la 
repoblación de nuestra geografía por árabes y bereberes. Ibn Kuzmân era un 
indígena, como lo fue ‘Abd al-Rahmân I, o Ibn al-Jatîb, o Ibn Gabirol o Ibn 
Rûshd (Averroes). De igual forma estamos convencidos que muy pocos de ellos eran 
de origen godo, dado que el asentamiento de núcleos de población gótica en 
andalucía fue apenas perceptible. ¿Kuzmân de origen o genealogía árabe, origen o 
genealogía goda o turdetana?... ¡no importa! Dependió todo ello de los 
diferentes momentos culturales, sociales y políticos. Lo cierto es que se puede 
hablar de toda una estructura genealógica de los cordobeses Banû Kuzmân, que, de 
acuerdo con la costumbre de la época, la tomarían de alguna estirpe árabe 
conocida. Pero en fin, tampoco es cuestión de enumerar todo su árbol 
genealógico; no obstante, y ya que hemos tocado el tema, simplemente resaltar, 
como bien señala Dozy al igual que García Gómez, que en su obra 
(fundamentalmente basada en la Ihâta de Ibn al-Jatîh) se han mezclado dos 
biografías en una, y dos obras en una, dándole a todo ello el nombre genérico de
cancionero de Ibn Kuzmân. La confusión viene producida por la simbiosis 
que numerosos orientalistas hacen de la biografía y obra de su tío y de nuestro 
zejelero. Todo ello hace que en numerosas ocasiones Ibn Kuzmân se vea 
desfigurado y envejecido por la adición irregular de datos biográficos y obras 
del otro. Igualmente, la confusión entre los dos Kuzmân se produce a partir de 
que ambos ostentaron el título de visir, rango que estaba totalmente 
desacreditado. De todos  modos, ya hemos observado cómo procura cuidar e incluso 
mimar su figura, aunque otros textos nos pinten las cosas de forma muy distinta. 
Por ejemplo: nada resulta más triste y desolador como la escena que nos describe 
en la Ihâta de Ibn al-Jatîb y luego Al-Makkarî, en sus Analectes, 
en la que se presenta a Ibn Kuzmân en una casa totalmente embriagado; los 
comensales lo tiran a una alberca, y al salir de ella chorreando, improvisa dos 
versos, en los que manifiesta su ofensa hacia los de la casa y hace un elogio 
del dinero. No obstante, y como ya con frecuencia hemos señalado, nuestro autor 
gusta de presentarse muy bien vestido, pulquérrimo y perfectamente aseado, 
aunque en ocasiones se muestre su indumentaria totalmente maltrecha. Gusta de 
las artes cosméticas, y de los buenos ungüentos. Pero lo que no dice es que era 
muy feo. Hay una anécdota que lo deja entrever. La hallamos en Al-Makkarî, en el 
apartado 636 de sus Analectes. Dice que en uno de sus viajes a Granada 
estuvo una tarde en la huerta de la familia que los Banû  Sa`îd tenían en Al-Zawiya, 
y que allí coincidió con la famosa, bellísima, y desvergonzada poetisa Nazhûn 
al-Kala’iyya. Ibn Kuzmân, que ese día vestía una gifara amarilla, a la manera 
de las que llevaban por entonces los faquíes, improvisó muy bien unos 
versos, y a continuación Nazhûn le dijo: Lo has hecho muy bien, oh vaca de 
los Banû Isrâ’îl, salvo que tú  no regocijas la vista de los que te contemplan
(se refiere a un pasaje bíblico de Números, en el que el Señor dice que ha 
de ser una vaca amarilla –rojiza clara- o de color puro, la que alegre la vista 
de los que la contemplan). A lo que Ibn Kuzmân replicó: Yo alegro a los que 
me oyen. La alegría de los que contemplan sólo hay que buscarla en ti, puta 
redomada.
 
Suponemos que esta fealdad a la que se refiere al-Makkarî no debió ser tan 
exagerada como la anécdota nuestra; entendemos que al igual que en la sociedad 
griega, y en las sociedades orientalizantes, en general, el culto y veneración 
por la belleza excelsa, manifestado en los rasgos físicos perfectos, motivaría 
el que en el caso de Ibn Kuzmân fuera repudiado por esta mujer de extraordinaria 
belleza. En efecto, más tarde se cura en salud Al-Makkarî dando dos versiones, y 
diciendo de la primera acaso se trata de otro. De todas formas, es 
interesante la anécdota, desde el punto de vista de la presentación del 
personaje, que resulta de lo más proverbial y divertido en ocasiones.
Como al principio señalamos, una de las facetas más interesantes de Ibn Kuzmân 
es la que se refiere a la arabización de romancismos y a la vulgarización del 
árabe culto. Ibn Kuzmân es una pieza maestra en cuestión de hibridaciones 
lingüísticas, y un testigo ejemplar de la formación del idioma aljamiado 
andalusí. Sería un gran artista culto y consciente que, lo mismo que Francisco 
de Asís, en su obra en romance El cántico de las criaturas, en el año 
1224, introduciría el nuevo idioma andaluz, simbiosis evolucionada y madurada de 
la arabización del romance y la vulgarización del árabe clásico. Limitándonos 
estrictamente a la lengua, llegamos a la conclusión de un lado, de que la obra 
de Ibn Kuzmân, que goza de un virtuosismo irónico y de un gran estilo que sitúa 
al poeta en el empleo de una gran particularidad idiomática de forma literaria, 
y de otra parte en que la obra kuzmâní es el más perfecto y largo documento de 
esa lengua vulgar arábigo-andaluza, con gran identidad, que supone uno de los 
logros más acabados del aljamía. El idioma andaluz, alejado del doctrinario 
dirigismo estatal, del que se veía presa la lengua clásica o el árabe 
clásico, fue constituyéndose como un habla libre, que se colaba por todos los 
poros, que se alimentaba donde había cebo, y que importaba y exportaba con el 
más desenfadado liberalismo lingüístico. El idioma andaluz, la aljamía, no era 
un habla de ambiente cerrado, reconocida en su propio jugo; tampoco entendemos 
que fuera una jerga, como algunos autores han dado en llamar; no era una lengua 
reclusa, sino un idioma libre y en continua formación. Tenía las ventanas 
abiertas de par en par a todo polen fecundador, y la puerta por donde había 
entrado se correspondía con el romance surgido a partir de la desmembración del 
latín. Con estos romancismos, y la vulgarización del árabe se pasaría a la 
formación del idioma andaluz.
 
He 
aquí una muestra del aljamía o aquel lenguaje híbrido, mezcla de romance y árabe 
vulgar:
 
Ye muterneni, Salvato,
tu-n saín, tu-n penato,
tara-alyum guastato:
Lam taadóc fih gair locaima
¡Oh!  mi inconstante 
Salvato,
tú estás triste y 
apenado;
¡Sólo hay un bocadillo!
 
No 
obstante, y al juicio de García Gómez, la traducción de esta estrofa aljamiada 
sería la que sigue:
 
¡Yo estoy, matre, tan 
silbato,
tan ahzîno, tan penato!
¿Ves lo largo que es el 
día?
Sólo cato un bocadillo
 
Otro ejemplo más sencillo, elemental y claro nos lo proporciona el texto: ¡Yâ 
sarâb, yâ bîno, mâ ‘hlâk!  No hay duda que la traducción es: ¡Oh bebida, 
oh, vino, qué dulce eres!  Las dos locuciones iniciales son idénticas y van 
precedidas las dos de la misma interjección de vocativo. Y <<sarâb>> (en árabe) 
y <<vino>> (en romance) significan exactamente lo mismo.
Otro ejemplo claro, incluso en el hecho excepcional de que Ibn Kuzmân <<nos 
declara expresamente que traduce>>, tenemos en el texto:
Arâ, ‘aggil, tahfaz lî sî 
min nagamî:
Dwn hyd, hud hâda, bi-l-agamî.
 
Al 
modo de ver de García Gómez, al primer verso le sobra una sílaba: suprimiría el
arâ  inicial y pondría luego sa’ian. Pero esto es lo de menos, 
porque a lo que él va es al segundo verso. La traducción de los dos es, en su 
lectura: Date prisa y apréndete de memoria, en mi favor, algo de mi canción: 
dwn hyd, o sea <<toma esto>> en ‘agamî (aljamía).
 
Tulio y Menéndez Pidal interpretan dwn hyd  por <<dono hêd>>, o <<dono 
hêde>> = <<dono (1ª persona del presente indicativo de donar) esto>>; o 
sea, <<doy esto>>, creyendo que hêd  es <<pronunciación aljamiada del 
árae hada, que el poeta pone en la traducción árabe.
 
La 
transformación de hâdâ  en hêd  la estima García Gómez forzadísima 
e imposible. Si se trata de obtener un calco exacto, empieza por fallar con la 
lectura dono, como 1ª persona del pres. indc. Cuando el texto árabe tiene 
un imperativo: hûd =toma.
 
Su 
solución es suponer un ligero error del copista, que no entendía; modificar 
hyd  en  tyd; y leer: <<dono (sustantivo) te do>>, es decir, <<don, 
donativo, o regalo, te doy>>.
 
Aunque no se refiera a nuestro tema, García Gómez, comentarista de Ibn Kuzmân, 
cree que vale la pena completar aquí el estudio de esta estrofa. El verso cuarto 
es así  en Nykl, reproduciendo el manuscrito:
 
Kul ifkî wa-kad galab yararî
 
Nykl no traduce, y P. 448 anota: <<oscuro>>. Lo es. Tulio corrige al final, 
debarrando, birrî, y traduce <<Dites-moi que je mens: ma bonne foi, aprés 
tout, aura triomphé!>>. Ahwânî, Zagal, no se ocupa de este pasaje.
 
Al 
modo de ver de nuestro comentarista, hay que corregir la palabra final yararî
en badarî (=nuevo); corrección apoyada en otro pasaje (20-17-4), 
donde también hay que hacerla, exactamente la misma, pero donde el sentido es 
indudable; se ve que el copista no entendía. En lugar de galab  lee G. 
Gómez galbt. En cuanto a la segunda palabra ifkî, estima que no 
hay posibilidad de interpretarla por el árabe. Además, falta una sílaba en el 
verso. Por ello osa proponer, sin modificar para nada la grafía consonántica, un 
nuevo <<romancismo>>: la frase <<a fe que...>> es, a su juicio, una frase 
aseverativa, de juramento, en cuyo final hay que suplir: <<si (a la fe que 
sí)>>. Lee, por tanto:
 
Kul: <<a fe ke...>> wa-kad galabt badarî
O 
sea, <<Di: ‘A fe que (sí), y ya gané mi traje nuevo>> (del que se habla en el 
zéjel, y lo provoca).
 
La 
enumeración sola de los contemporáneos de Ibn Kuzmân y de los posteriores que 
siguieron su sistema, sería interminable. Citaremos a Magdalis, que cuidaba de 
la frase más que Ibn Kuzmân; al sevillano Al-Haitam, que dictaba rápidamente a 
tres copistas casidas, mwwashashah y zéjeles; a ‘Umar al-Kirâm, hija de Al-Mu’tasim 
de Almería, que dirigía cartas en versos de esta clase a su amante Al-Aasmaî; al 
judío Ibrâhîm ibn Sahad; al mozárabe Ibn al-Margarî; a los ascetas y místicos 
Ahmâd Ibn Gwakil, Abû-l-Hasân el Ksestorí, de Guadix, y Mohidin ibn Arabî, de 
Murcia; al filósofo, poeta y músico Abû SALT, al médico Ibn Sur, a Avempace (Ibn 
Bâyyâ), a Nazhûn al-Kaka’iyya, granadina, discípula de Abû Bakr al-Najzumí, 
poeta ciego, gran satírico, y amigo de Ibn Kuzmân, <<pronta a la réplica, amiga 
de las burlas y sofremas, versadas en el conocimiento de proverbios y oportuna 
en su aplicación; elegante, bella, ligera de espíritu y un tanto despreocupada 
en sus acciones>>. (Gonzalvo).
 
En 
Murcia tenemos a Ibn Nâshi de Lorca; en Córdoba a uno de los secretarios de los 
almorávides; y principalmente en Sevilla, donde abundaron los poetas graciosos y 
de ingenio, tales como ‘Alî ibn Chahdar, Abû Barkr al-Sabunî, Ahmad ibn Chanûn, 
Ibn Habîd, crucificado como hereje por los almohades, Abû Bakr ibn Sarim, 
perseguido también por herejía y muerto trágicamente en el incendio de su casa, 
Ahmâd el de la Macarena, ‘Abd al-Gafar ibn Dachlûn, y muchos más que hacen 
exacta la afirmación de Al-Sakundî: <<Son tantos los que siguen la escuela 
clásica árabe como los de la popular andalusí de mwwashashah y zéjeles, en tal 
número y abundancia, que si fueran al Norte de Africa, vivirían apiñados y 
estrechos.>>
 
Y 
hasta en el reino de Granada se mantenía la afición a esta clase de poesía por 
hombres sabios y doctos, con el gramático Abû Hayân ibn Zamrak, famoso por sus
alboradas y el célebre Ibn al-Jatîb; hasta el punto de que Ibn Jaldûn 
afirmó que el género que se cultivaba en Granada, cuando él la visitó, era el 
zéjel, y aún se empleaba entre los moriscos.
 
En 
los siglos XII y XIII, sabios del Islam, místicos, médicos y literatos 
andalusíes fueron a Oriente, e influyeron allí. EL sistema lírico fue dado a 
conocer allá por Abû Marwân ibn Sur, que ejerció la Medicina en Bagdad; por el 
gramático Ksalwbiní; por el asceta Ibn Gwakil, llamado Ibn al-Uklesí; por 
Muhidin ibn Arabî; por ‘Abd al-Munin ibn ‘Umar, médico oculista y filósofo, de 
Jaén, que llegó a ser trovador de Saladino; por Ibn Sa’îd de Granada, que trató 
en Oriente a otros poetas andaluces, aficionados al mismo género, por ejemplo, 
el médico sevillano Abû-l-Hachach Yûsuf ibn Ukba.