Médicos Andalusíes
ABEN
ZOAR (Ibn Zuhr)
ABÛ-L-KÂSIM
IBN YULYUL
ABEN
ZOAR (Ibn Zuhr)
Abû Marwân ‘Abd
al-Malik Abû-l-‘Alâ ibn Zuhr.
Médico.
Nació en Sevilla
en el año 1092. Falleció en su ciudad natal el año 1162.
Era miembro de una
importante familia de eminentes científicos. Su bisabuelo Muhammad ibn Marwân
ibn Zuhr (m.1030) fue fundador de la dinastía. Su abuelo ‘Abd al-Mâlik marchó a
Kairwân y Egipto, donde estudió medicina, estableciéndose en Denia. También
siguió la tradición familiar su padre, Abû-l-‘Alâ’, que se estableció en Córdoba
y escribió un manual para la formación de los estudiantes de medicina, llamado Mucharrabat al-jawâss.
Ibn Zuhr, comúnmente
conocido por Abenzoar, aprendió de su padre los conocimientos médicos que más
tarde le harían ser médico de la corte almorávide y almohade, llegando a
convertirse en el galeno más famoso e importante de la época.
Se dedicó
exclusivamente a la ciencia médica, dejándonos importantes guías sobre el tema,
como el Tratado de Medicina General (Kitâb al-iqtisâl fi islâh al-anfus
wa-l-asjâd), y otra, la más relevante, que trataba sobre el mantenimiento de la
salud y en la que describe la elaboración de dietas y medicamentos, llamada
Kitâb al-taysîr fi-l-mudâwât Wa-l-tadbîr, que fue traducida al latín con el
título de Theisir (1280). Estaba dedicada a Ibn Rushd (Averroes) y llegó
a ser una de las más importantes obras de la Medicina andalusí.
Fue gran enemigo de
las sangrías y de las intervenciones quirúrgicas, aunque a veces operó y con
éxito. También llevó a cabo originales experimentos en terapéutica y describió
los tumores y accesos mediastinales. Su pericia y sentido de la observación fue
tal que se cuenta que llegó a curar enfermedades hasta entonces incurables.
ABÛ-L-KÂSIM
Abû-l-Kâsim al-Zahrâwi Khalf ibn ‘Abbâs.
Médico andalusí.
Nació en Madînat Al-Zâhyra, cerca de Córdoba, en el 936. Murió en
el año 1013.
Al-Zahrâwi –conocido en
Occidente por Abulcasis por derivación de su nombre Abû-l-Kâsim-, médico de la
corte de Al-Hakam II, se hizo famoso sobre todo como autor de tratados de
cirugía. Sus obras fueron traducidas ya en la Edad Media al latín, provenzal y
hebreo, e impresas repetidas veces durante el Renacimiento. De hecho la cirugía
árabe se hallaba considerablemente adelantada con respecto a la latino-europea;
los árabes ya practicaban la autopsia desde época temprana y conocían tanto la
narcosis como los antisépticos.
Es el principal tratadista andalusí de medicina quirúrgica, que
constituye precisamente el tema de su obra más importante, Al-Tasrîf. El
amplio relieve que se da en ella a las heridas de guerra, hacen suponer que su
autor fue cirujano militar.
Al-Tasrîf
es una vastísima enciclopedia en treinta libros, que es, por lo general, una
obra de recopilación de los conocimientos de sus sucesores –sobre todo de Al-Râzî-,
pero importante por las observaciones originales sobre las enfermedades del oído
y de la garganta, y sobre las técnicas operatorias.
La primera parte de la obra trata, en especial, de la
cauterización de las intervenciones quirúrgicas, en las apoplejías y en la
epilepsía. El segundo libro trata de cirugía, recordando al operado la santidad
de su obra, inspirada en Allah y que, por consiguiente, no debe ser comenzada
con fines lucrativos, sin un planteamiento maduro y sin conocimiento de las
causas de la enfermedad y de la anatomía de ni la zona afectada.
No debe usarse la cirugía antes de tener la prueba de que todos
los demás remedios no producen efectos. De ningún modo se debe realizar una
operación por desesperación, ya que la cirugía sólo es admisible cuando el
estado general del enfermo hace probable el deseado éxito de la misma. Si el
médico no ha reconocido de antemano la naturaleza de la dolencia, si no ha sido
capaz de reconocer su causa verdadera y si tiene en su conciencia alguna duda
acerca de ella, sería un crimen intentar una operación que pueda poner en
peligro la vida de un prójimo.
Se describe a continuación
las intervenciones que deben realizarse cuando se trata de heridas de abdomen,
de la litotomía, de la trepanación del cráneo, de las amputaciones, de las
operaciones de hernia, de las fístulas, etc. Se aconsejan las prótesis de hueso
de buey y el uso del catéter de plata en las enfermedades de la vejiga.
El tercer libro trata de las luxaciones y fracturas. Otros
capítulos tratan extensamente de farmacología. El último libro es el más
interesante para la historia de la cirugía, y que puso a su autor a la altura de
Hipócrates y Galeno. Contiene una descripción bastante clara de las técnicas
operatorias y una preciosa reproducción del instrumental quirúrgico de la época.
La obra fue traducida al latín por Gerardo de Cremona en 1181, y al hebreo por
Sem Tob.
Otra obra suya es su libro Liber Servitoris –sólo ha
llegado hasta nuestros días la traducción latina de Pablo de Egina-, donde
describe la preparación de medicamentos a base de plantas, minerales y animales.
Para Al-Zahrâwî, como para el resto de los médicos andalusíes, el equilibrio
exacto de los alimentos constituía el fundamento de la salud. Clasifica los
medicamentos simples –con arreglo a sus cualidades: calientes, fríos, secos o
húmedos:
El higo es de naturaleza caliente y húmeda de primer grado.
La mejor clase es el blanco con la boca abierta. Es empleado para los riñones,
cuyos cálculos disuelve. Su inconveniente es que llena y ceba; ello se pede
contrarrestar tomando caldo salado y bebida de vinagre.
La ciruela es de naturaleza fría en primer grado. La mejor es la
ciruela pasa dulce. Se emplea para evacuar la bilis. Tiene el inconveniente de
perjudicar al estómago. Esto se contrarresta tomando azúcar de rosas.
La pera es de naturaleza fría en primer grado y húmeda en
segundo. Las mejores son naturalmente las pasas. Se emplean en casos de
debilidad de estómago. Tienen el inconveniente de producir cólicos. Esto se
contrarresta tomando después de la peras frutas de otra clase.
La violeta es de naturaleza fría en primer grado y húmeda en
segundo. La mejor clase es de color azul, como el lino, con muchas hojas. El
olor a violeta adormece y un jarabe fabricado a base de ella fomenta la
evacuación de bilis. Sus inconvenientes es que enfría y produce catarros. Esto
se contrarresta utilizando grano de sauco y clavos.
Las lentejas son de naturaleza fría y seca en segundo grado. Las
mejores son las rojas, gordas. Se emplean para aliviar la acidez de la sangre y
fortalecer el estómago. Tienen el inconveniente de dificultar el coito y de
disminuir la visión. Esto se contrarresta comiendo berros y tomando duchas.
El melocotón es de naturaleza fría y húmeda en segundo grado. La
clase mejor es la que huele a almizcle. Los melocotones se emplean en casos de
fiebre ardiente. Tienen el inconveniente de descomponer los humores; esto se
contrarresta con vino aromático.
La albahaca que huele a limón es de naturaleza caliente en
segundo grado. La mejor es la fresca, roja y cultivada. Disuelve la gota, pero
perjudica al cerebro. Esto se contrarresta con un remedio preparado de almendras
y vinagre...
Un simple estudio estadístico, acerca de la esperanza de vida que
alcanzaban los andaluces –cuando en el continente europeo apenas si se llegaba a
los 30 años- era de una media de 70 años, lo que nos debe hacer pensar tanto en
las condiciones sanitarias de las ciudades andaluzas como en el nivel alcanzado
por la medicina en este período. Cuando leemos relatos acerca de los éxitos
andalusíes en sus curaciones, debemos suponer la exactitud de sus métodos e
hipótesis, pues éstos, y en general todos los médicos musulmanes, entendían que
la constitución del cuerpo humano formaba parte de un todo indivisible.
IBN YULYUL
Suleimân ibn
Hasan ibn Yulyul Abû Dâwûd.
Médico, botánico
e historiador.
Nació en Córdoba
en 943. Murió en 982.
Hombre de una
extensísima educación, estudia en la madraza de su ciudad natal los fundamentos
de la gramática árabe, y realiza sus primeras lecturas del Corán. Pronto, a los
catorce años, empieza a interesarse por la medicina, llegando a ser médico de
cámara de los califas cordobeses Al-Hakam II y Al-Haksam II.
Escribió un
Comentario a la obra De Materia Médica, de Discórides, que fue
introducida en Al-Andalus en tiempos de ‘Abd al-Rahmân III, y que fue traducida
al árabe por el monje Nicolás, en el 951, quien vino expresamente de Bizancio
para traducir esta obra, y que contó con la colaboración de nuestro autor para
dicha empresa. En el Comentario se describe cada uno de los fármacos a
los que dio nombre el médico griego, explicando a continuación sus cualidades y
su uso como medicamentos.
Es autor, además, de
un tratado sobre las plantas medicinales de Al-Andalus, que no estaban incluidas
en la obra de Discórides, y de una obra donde hace una exposición de los errores
más comunes cometidos por algunos médicos.
A su faceta como
médico unió la de historiador, pues escribió una obra bibliográfica, Clases
de Médicos (Tabakât), escrita por deseo del califa Al-Haksam II. Esta nos
hace referencia a nueve categorías de médicos y abarca la historia de la ciencia
médica desde sus fundadores mitológicos, Hermes y Esculapio, hasta sus días;
contiene biografías de médicos y sabios, tanto griegos –Hipócrates, Discórides,
Platón, Aristóteles, Ptolomeo, Euclides, etc.-, como del periodo musulmán
–Al-Kimdî, Al-Râzi, etc.- y compatriotas.
Esta obra tuvo
pronto una amplia difusión, sirviendo de base para posteriores estudios médicos,
basándose en ella para sus escritos tanto sabios andaluces como orientales. Su
conocimiento es fundamental para comprender el estado y extensión de los
estudios científicos en la Andalucía del siglo X.
Sabemos, gracias a
Ibn Yulyul, que en los primeros años de la revolución islámica, los médicos
andaluces se apoyaban todavía en algunas obras de la Antigüedad clásica,
transmitidas a través de las Etimologías de Isidoro de Sevilla –entre
ellas el Aforismo de Hipócrates.
Ibn Yulyul nos habla
de cómo en aquellos tiempos aún se realizaban prácticas médicas tan
contraproducentes como las famosas sangrías –ejercicio luego habitual en los
siglos XVI-XVII.
Sería con la
expansión y desarrollo de la civilización islámica en Al-Andalus, cuando la
medicina alcanzaría su máximo esplendor.
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