ABEN AFLAH (Ibn Aflah)
Abû Mwhammad Yâbir ibn Aflah.
Astrónomo y matemático.
Sevillano. Murió
aproximadamente en 1150.
Sabio de extensísimos
conocimientos matemáticos,
estudió las obras de
Ptolomeo, Meneleo, Teodosio
y otros sabios de la
Antigüedad Clásica.
En su obra Liber de Sphaeris
determina los solsticios y
equinoccios gracias a
cálculos personales,
corrigiendo los errores de
Ptolomeo. Pero, sin lugar a
dudas, su obra capital es el
Libro de Astronomía (kitâb
al-Hay’ah), en el cual se
nos sugiere que el Sol se
encuentra entre Mercurio y
Venus. Este tratado se
encuentra precedido por un
verdadero ensayo de
trigonometría, que demuestra
las fórmulas de una manera
altamente original. El Libro
fue traducido al latín por
Gerardo de Cremona, en la
ciudad alemana de Nuremberg
(1574).
A Yâbir b. Aflah se le llama
en latín Geber;
confundiéndosele durante la
Edad Media en Europa con el
misterioso Gerberto, que
compuso en el siglo XIII, en
algún lugar de los reinos
cristianos peninsulares pero
con estrecha relación con la
cultura andalusí, varias
obras sobre alquimia en su
doble aspecto de metalurgia
y ciencia de las mutaciones
psíquicas.
De la importancia que
alcanzó la Astronomía en Al-Andalus
nos da fe el testimonio de
Chejne, el cual nos habla de
las señales inmortales que
los astrónomos andalusíes
han dejado en el cielo, como
puede percibir fácilmente
quien lea los nombres de las
estrellas en cualquier
estrella celeste. No sólo
son la mayoría de los
nombres occidentales de las
estrellas de origen árabe,
como Acrab (‘aqrab,
escorpión), Algedi (aal-chadî,
el cabrito). Altair (al-tâ’ir,
el volador), Daneb (dhanab,
cola), Fercard (farqad,
novillo), sino que también
lo son un gran número de
vocablos técnicos, como
azimut (al-swmwt), nadir
nazîr), cenit nazîr), cenit
(al-saamt)...
Y de igual modo los estudios
astronómicos llevados a cabo
durante el Renacimiento,
beben directamente de las
fuentes del conocimiento que
sobre la materia
transmitieron los sabios
andaluces.
ABEN MASSARRA (Ibn Massarra)
Muhammad Ibn Massarra.
Uno de los primeros
pensadores de la revolución
andalusí e islámica.
Nació en Córdoba en el año
883. Murió en el 931.
Muhammad ibn
Massarra es uno de los
primeros maestro del
pensamiento y la filosofía
en el mundo islamico,
partiendo de presupuestos
del conocimiento del Din del
Islam y filosóficos, de
acuerdo con las formas
gnósticas y unitarias. Vivió
en un período de importantes
transformaciones a nivel de
identidad y cultura en Al-Andalus
(883-931), marcándole
profundamente, tanto en su
metodología como en los
fundamentos de sus
reflexiones. Ya en su
adolescencia supo rodearse
de un importante círculo de
amigos y discípulos. La
heterodoxia de sus
enseñanzas despertaba graves
sospechas entre los sabios y
pensadores unitarios más
dogmáticos, dando lugar a
enfrentamientos que
terminarían cuando emprendió
un largo viaje al Oriente.
Con el triunfo de la
revolución islámica en Al-Andalus,
y ya en tiempos de ‘Abd al-Rahmân
III, volvió a su patria
andaluza, pasando el resto
de su vida en un retiro de
la Serranía de Córdoba,
dedicándose a la enseñanza e
iniciación de un grupo
reducido de discípulos.
De acuerdo
con el pensamiento de Ibn
Massarra, sus fundamentos
filosóficos formarían
escuela a partir de
Empédocles, y sus teorías
acerca del origen de la
materia, del origen de la
existencia. Se apoyaría, de
igual forma, para su punto
de partida e intento de
explicación comprensiva de
la existencia como problema
filosófico, en Plotino y
Aristóteles, a los que
siguió con gran
conocimiento.
En su teoría
acerca de la existencia,
mantiene Ibn Massarra que en
todo lo creado (a partir del
axioma de la creación)
existe algo paciente o
receptor que se hallaría
frente al actor creador en
sí. Ese algo paciente puede
ser comparado, de forma
simbólica, con una materia,
a partir de la cual estaría
hecho
el mundo. O
con otras palabras, y para
evitar el gravísimo error
teológico de pensar la
posibilidad de que un dios
creara el mundo a partir de
algo existente fuera de él,
afirma que la realidad es el
acto puro y la recepción
pura, inseparables dentro de
la esencia divina,
enfrentándose en la
existencia finita.
Todo ello
caracterizaría a las
criaturas, es decir, a lo
finito o creado. Acto y
recepción, acción y
pasividad, etcétera, se
diferencian, como polos
extremos, entre los cuales
se desarrollan las
criaturas. De todo ello se
deduce que el acto puro
estaría siempre del lado de
la unidad. Como una luz que
parte de una fuente,
mantiene una acción el polo
receptor comparado a un
espejo que refleja dicha
luz, o como un medio que la
refracta. Todo ello sería la
raíz de la pluralidad. A
esta materia originaria, o
fuente original, se la
conoce en griego con el
término hyle y
hayûla,
en árabe, que entre otras
cosas viene a significar la
conocida distinción griega
antigua entre
forma
y
materia,
que a su vez sería
plásticamente formulada a
modo de ejemplo artístico,
donde una forma existente en
la mente es posible
imprimirla en una materia
moldeable (por ejemplo, la
estatua). De todas formas, y
a partir del pensamiento de
Ibn Massarra, entendemos que
todo ello no debe inducir a
figurarnos la materia
original como algo
material,
tal y como hoy lo
comprendemos; ya que en este
aspecto sigue de cerca a
Aristóteles, el cual
manifestó que la materia
original en sí, antes de
tomar una forma, no es ni
visible ni imaginable.
Evidentemente, con ello,
Aristóteles sólo haría
referencia a la materia
original de la vida, de este
mundo; con mayor razón, para
afirmar este mismo criterio,
acerca de Ibn Massarra, dado
del carácter filosófico de
su pensamiento y su
concepción de Allah y el
Universo.
Es su teoría
acerca de los polos activo y
receptivo, los cuales en sus
diferentes relaciones van
creando todo un universo y
jerarquía de grados de
existencia, que resultaría
de la determinación mutua
entre estos polos:
de las
nupcias del polo puramente
activo con el puramente
receptivo nace, como primer
grado, una realidad
relativamente activa, frente
a la cual se halla, como
segundo grado, otra realidad
relativamente receptiva
(figurativamente podríamos
hablar de una forma
materializada y de una
materia informada);
las nupcias de los polos se
van repitiendo de forma
gradual hasta llegar a la
materia, aunque de una forma
relativamente receptiva, que
daría lugar –según esta
teoría- a la base del mundo
físico, y que fue llamada
por los filósofos latinos
materia signata quantitate.
Con todo ello, los dos polos
primeros, el acto puro y la
materia original,
permanecerían siempre
iguales a ellos mismos: la
materia original, pues,
sería, hablando en términos
esotéricos, la madre fecunda
y siempre virgen del
universo.
En su intento de explicar el
origen del mundo y las cosas
a partir de la materia
original, Ibn Massarra haría
uso de la conocida parábola
de los polvitos solares, que
se remontan a ‘Alî, yerno
del profeta, que haría
precipitar en el Islám gran
parte de las fórmulas
filosóficas y sufies. Esta
parábola dice que sin la
irradiación del Sol, que cae
sobre las partículas de
polvo suspendidas en el
aire, éstas no podrían
aparecer visibles, y sin las
partículas de polvo los
propios rayos solares no se
distinguirían en el aire;
éstas se corresponden a la
materia original que, en sí,
sin el reflejo de los rayos
del Sol, a imagen de la luz
divina, carecerían de
entidad. Gracias a esta
parábola, la doctrina de la
materia original recibe un
sentido que va mucho más
allá del horizonte exclusivo
de la filosofía, en cuanto
está se halla ligada al
pensamiento deductivo. En
última instancia, la
parábola de las partículas
de polvo iluminadas por el
sol se refieren al concepto
del conocimiento de la
unidad e indivisibilidad de
Allah. Importante cuestión
ideológica que conllevaría
las sucesivas
transformaciones políticas y
culturales que darían como
logro la revolución de los
andalusíes en Al-Andalus. A
nivel ideológico, era la
pugna entre la concepción
unitaria de Allah y de la
división trinitaria de
Dios cristiana. Así pues,
en el pensamiento de Ibn
Massarra vemos la imagen de
un andaluz unitario inserto
en la vorágine de los
acontecimientos
revolucionarios islámicos
que, por su nombre, ya es
un fiel reflejo de la
arabización y la
islamización de la Bética, y
que en su pensamiento
deductivo ha traspasado el
simple campo del gnosticismo
hacia una comprensión
intelectual del Islam.
Podremos comparar, al hacer
referencia a Dante Alighieri,
cómo la doctrina de los
grados de existencia y su
representación figurativa,
serían posteriormente
utilizadas también por los
cristianos del Renacimiento,
siendo fieles seguidores de
las enseñanzas del andaluz
Ibn Massarra. Como eslabón
espiritual intermedio
aparece un escrito latino,
de autor cristiano
desconocido, cuyo único
ejemplar conservado se
encuentra hoy en París,
pero, según todos los
indicios, fue compuesto en
Al-Andalus y copiado en
Bologna hacia finales del
siglo XII. Describe éste la
ascensión del alma a través
de las esferas celestes,
dando al mismo tiempo un
panorama esquemático del
universo, donde los
diferentes elementos de la
cosmología árabe y andalusí
aparecen en su justo lugar.
A simple vista, la obra
parece describir el viaje
del alma a la otra vida, al
más allá; pero en realidad,
de lo que se trata, al igual
que en la
Divina
Comedia
de Dante, es
de la ascensión del espíritu
contemplativo a través de
todos los estados del ser y
de la conciencia hasta
llegar al origen divino.
Lo que ha
confundido a los
investigadores modernos del
manuscrito es la
circunstancia de que la
jerarquía de los cielos
astronómicos, que –como en
los cosmólogos árabes- son
diez; son interpretados de
tres modos distintos,
aparentemente
contradictorios: primero
como grados de la perfección
humana o de la virtud
contemplativa, la segunda
vez como grados del puro
conocimiento del Creador y
la tercera vez –con sentido
negativo y por un orden
invertido- como
precipitación gradual del
alma en estados de
esclavitud y desgarramiento.
Esta triple interpretación
se explica del modo
siguiente: según Avicena,
corresponde a cada uno de
los cielos astronómicos
tanto un grado del alma
universal como un modo de
conocer el intelecto
universal; al mismo tiempo
los cielos astronómicos son
expresión de fuerzas
naturales que dominan este
mundo terrenal y que tiene
para el alma que les es
entregada necesariamente un
carácter fatal y tiránico (Burckhardt,
T.:
La
civilización hispano-árabe,
pp. 169-173).
Existe un
esquema que ilustra el
manuscrito, donde los
estados del mundo físico,
psíquico y espiritual se
representan todos de un modo
continuo y en un mismo nivel
formando círculos
concéntricos. El círculo
exterior de esta jerarquía
lleva el título:
El primer
efecto, el primer ser
creado, el origen de todas
las criaturas, en el cual
están contenidas las
criaturas.
Ello no significa otra cosa
que el espíritu universal (rûh
al-kull)
o la primera
facultad cognoscitiva, el
intelectus
primus
latino (al-áql
al-awwal)
de los cosmólogos
musulmanes. De alguna forma,
el criterio cristiano
también quedaría señalado
aquí, y se trataría del
reflejo inmediato del
logos
en la creación. En el
exterior de este círculo
encontramos dos círculos
más, estando marcado el
interior de éstos con la
denominación de
forma
original
(la forma
in potentia
de los
latinos), que se refiere al
polo activo o generador del
universo. Ello recuerda
particularmente la doctrina
de Ibn Gabirol y también el
hecho de que por encima de
todos los círculos se
encuentre la leyenda:
Voluntad del
Creador
como
señalando la última razón de
la existencia.
Por
encima del sistema
geométrico de los grados de
existencia, encontramos la
imagen del Cristo
entronizado, cuyos pies son
tocados por los círculos más
altos y las figuras humanas
que ascienden hacia ellos.
La posición
sui generis
que ocupa la obra, su papel
como eslabón que une al
mundo cristiano-unitario y
gnóstico, con la revolución
andalusí musulmana en Al-Andalus.
Continuando
con su biografía sería su
padre, comerciante
aficionado al marazilismo,
quien le iniciaría en estos
estudios teológicos y
filosóficos. Entre otras
tantas acusaciones que a sus
enseñanzas se le hicieron,
especialmente se le atribuye
la herejía motazil, que
atribuye la libertad humana,
la causalidad de todos los
actos y que niega, al mismo
tiempo, la existencia del
infierno; todo ello, unido a
la conflictiva situación por
la que atravesaba el emirato
de ‘Abd Allâh, debido a la
revuelta de Ibn Hafsûn, que
originaría la condena del
emir, lo que motivaría, como
ya señalamos, su huida de
Al-Andalus, so pretexto de
una peregrinación (Hayy)
oficial a la Meka
acompañándole en el viaje
dos de sus más fieles
discípulos.
Tras su regreso a Córdoba,
de nuevo buscaría aislarse
con sus discípulos en un
retiro de la Sierra de
Córdoba (en la que construyó
una habitación).
De
esta suerte, continuó
exponiendo su pensamiento a
los iniciados que formaban
parte de su escuela, a los
que reveló grandes secretos.
Uno de ellos, Ibn ‘Abd al-Mâlik,
se las ingeniaría para
escribir una copia
subrepticia de la obra de su
maestro, que más tarde
publicaría, originando ésta
una grave denuncia de
herejía por parte de los
faquíes mas ortodoxos,
aunque no ha llegado a
nosotros noticia alguna de
que fuera condenado.
La
obra de Ibn Massarra no sólo
sería polémica en Al-Andalus;
transcendió a todo el mundo
árabe. Su obra, como tal no
ha llegado a nosotros, pero
sin embargo, conocemos el
título de dos de sus
importantes escritos:
Libro de la
explicación perspicua y
Libro de las letras,
en los cuales expone y
defiende su sistema,
bajo la
apariencia musulmana del
motazilismo y del sufismo
batimí-
según Asín Palacios.
IBN 'ABD AL-BARR
Ibn
‘Umar Yûsuf ibn ‘Abd Allâh
ibn Mwhammad ibn ‘Abd al-Barr
al-Namirî al-Kurtubî.
Estudioso del hadîth.
Nacido en Córdoba en el año
978. Murió en Játiva en
1071.
No salió nunca
de la Península, todo lo que
aprendió lo hizo de su
ciudad natal, oyendo a los
más importantes sabios,
tanto andaluces como
extranjeros; llegando a ser
el entendido en hadîth más
importante y famoso de su
tiempo en Occidente. Sabemos
además, gracias a
testimonios de Ibn Bashkuwâl,
que fue versado en derecho,
genealogía e historia.
En un principio se manifestó
thahirí, quienes, según Ibn
Hazm, sólo aceptaban la
interpretación literal del
Corán en asuntos de derecho
canónico; tenían como
inadmisible la
interpretación alegórica y
analógica, que decían era
obra de Shaitan. Después fue
mâlikî.
Viajó, durante algún tiempo,
por las comarcas musulmanas
de la Península, siendo
nombrado câdî de Lisboa y de
Santarén durante el gobierno
de Muthafar ibn al-Aftas.
Se le atribuyen multitud de
obras entre ellas: Tratado
del completo conocimiento de
los compañeros del Profeta,
que es un diccionario
biográfico de los
acompañantes del profeta
Mohammad (s.a.s); Libro de
las Perlas, un compendio de
la vida de Mohammad (s.a.s),
Libro de memorias para
–confirmar- los
conocimientos del Islam de
los sabios de las
provincias, consistente en
una exposición de la Muwattâ
de Malîk, abarcando lo
referente a sentencias y
hechos históricos, Libro del
ornato de las asambleas y de
la familiaridad del que
asiste a ellas.
Como jurisconsulto escribió
obras como Lo que se ha de
evitar en la lectura del
Corán y Al-Tamhid, del que
dice Ibn Hazm que no conoce
otro semejante: ¿Cómo podría
encontrarse otro más
hermoso?
La profusión e importancia
de los estudiosos del hadîth
en el mundo islámico es
debido a que nadie podía
sustituir al Profeta, y
aunque había un Libro
revelado, éste sólo contenía
preceptos pero no los
detalles para llevarlos a la
práctica, fundamentales para
que la comunidad musulmana
pudiera seguir funcionando
ordenadamente. Por regla
general al hadîth, se
remonta a los orígenes de
Mohammad (s.a.s), sus
compañeros y sus sucesores
inmediatos.
Las tradiciones proféticas
abarcan gran cantidad de
temas, todo lo concerniente
al Îmân y las obligaciones o
ibadas de un buen musulmán
para con su creador y su
prójimo: el Îmân, Allah y el
sagrado Corán, la
purificación, el salat, los
funerales, el zakat y la
ayuda a los mas necesitados,
el ayuno, la peregrinación
Hayy, los negocios, los
castigos, los vestidos, la
medicina y los hechizos,
etc.
Debido a su gran importancia
el hadîth fue muy estudiado
y sus eruditos trabajaron
meticulosamente, siendo muy
influyentes en la sociedad
andalusí. De entre los
estudiosos del hadîth
andaluces cabe destacar a
nuestro Ibn ‘Abd Al-Barr,
pues según Ibn Hazm, sus
obras sobre el hadîth y la
Ley, de acuerdo con el rito
mâlâkí, no tienen
precedente.
ABU HAMID AL GARNATHI
Abû Hamid Muhammad ibn ‘Abd
al-Rahim ibn Sulaymân al-Garnathî.
Explorador y geógrafo.
Nació en Granada en 1080.
Murió en Damasco el 1169.
Y.I.A.L.M
Se embarcó a los treinta y
siete años para Sicilia,
pasando a continuación a
Egipto. En 1131 atravesó el
mar Caspio y llegó a orillas
del Volga. Recorrió los
países de los Jozaes y de
los búlgaros, siendo allí
testigo del comercio que se
hacía con los restos de los
animales fósiles, que se
utilizaban en la fabricación
de peines. En el año 1160 lo
encontramos de nuevo en
Bagdad, hospedado en la casa
del visir Yahyâ ibn Muh. Ibn
Hobaire, para quien escribió
su obra Colección de
extrañas noticias
concernientes a algunas de
las maravillas del Magreb.
Dos años después, redactó u
tratado que lleva por título
Regalo a los amigos y trozos
escogidos de cosas
admirables, escrito a
instancias de un personaje
llamado Muhammad ibn Hattar
al-Ardabalî, con quien trabó
íntima amistad durante su
estancia en Mosul. Esta obra
consta de una introducción
en cuatro capítulos: en el
primero nos hace una
descripción general del
mundo y de sus diferentes
habitantes; en el segundo,
trata de particularidades de
algunos países y de sus
edificios más notables; en
el tercero, se halla la
descripción de los mares e
islas, y de los animales
extraordinarios que en ella
viven; en el cuarto se
dedica a enumerar
fantasiosamente las
capitales de la tierra,
sepulcros, animales fósiles,
etc.
Este jocoso explorador
andaluz, según Reimund,
hubiera podido prestar
grandes servicios a la
geografía y a la historia
universal, si hubiera unido
a su curiosidad un espíritu
crítico y un poco más de
conocimiento.
La narración de Abû Hamid es
pintoresca y animada, y
buena prueba de ello es la
descripción de las
erupciones volcánicas del
Etna: Extiéndese en el
Mediterráneo una isla
llamada Sicilia, en la cual
y cerca del mar se levanta
una montaña de la que sale
un fuego que resplandece por
la noche hasta la distancia
de diez parasangas. (52.500
ms.) Yendo a Alejandría el
año 511 (1117), yo mismo he
visto la isla de Sicilia;
más luego, estando en Bagdad
el docto y piadoso Abû-l-Kâsim
ibn Al-Hakim,el siciliano, a
quien pregunté sobre este
fuego volcánico, me dijo que
resplandece hasta la
distancia de diez
parasangas; de tal modo, que
cuando hay erupción, nadie
en aquellos parajes, tiene
necesidad de luz y de
lámpara en aquellos caminos,
ni tampoco en lo interior de
las poblaciones: ¡tan clara
es aquella luz! Del mismo
fuego salen algunas materias
incandescentes semejantes a
pellas de algodón, las
cuales van solidificándose y
cayendo, en parte, sobre el
suelo, donde los fragmentos
se convierten en piedra
blanca y ligera que flota en
el agua, a causa de su poco
peso. Otros fragmentos
vienen a caer en el mar,
donde se truecan en aquella
piedra agujereada, que se
usa en los baños para
frotarse los pies, y que
también sobrenada en el
agua. Si alguna de aquellas
materias inflamadas caen
sobre la roca o la arena,
arde la roca y se consume
como si fuera de algodón, no
quedando de ella otra cosa
que cenizas semejantes al
kohl (sulfuro de antimonio),
pero este fuego no prende en
la madera, ni en la hierba,
ni en las plantas ni
vestidos; no quema sino las
rocas y los animales, bien
así como el fuego del
infierno, del cual ha dicho
Sumo Allah <<serán su
combustible los hombres y
las piedras>> (v. Corán).
¡Qué el Sumo Allah nos libre
y salve de semejante
suplicio! Así sea, ¡oh,
Señor de los mundos!
(Fragmento publicado por
Amari Ens. Biblioteca
arabo-sícula y traducida al
castellano por Pons Boígues).
Las narraciones fabulosas
que tanto abundan en su obra
eran muy del gusto de sus
contemporáneos, cosa que no
nos debe extrañar, ya que
desde siempre este tipo de
relatos que exaltan y
regocijan la imaginación
popular han contado con el
aprecio de los lectores
–recordemos, si no, a los
autores cristianos de la
Edad Media, Julio Verne, o,
en nuestros días los relatos
de ciencia ficción o cómics.-